02 ❣️ Introducción de un pequeño umpa lumpa estafador.

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Capítulo 02

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VASTI

Tras un suspiro, me aferro a mi pingüino de peluche mientras miro la pared de color lila de mi cuarto, enfadada. Sí, muy enfadada, hasta la médula. La verdad es que después de la humillación de ese estúpido amigo de Oscar no he podido dormir.

¿Cómo se atrevió a humillarme de esa forma el muy maldito? Al parecer el escarmiento de la última vez no le sirvió de nada.

Aunque siendo sincera, cuando lo miré plantado frente a mí, juré que me había reconocido y me haría un problema por lo que le hice hace una semana en esa tienda, pero no fue así, lo asocié a que andaba muy drogado. Pero me da igual,, aunque no lo hubiese estado, no tiene derecho a reclamarme nada, él es el único culpable, por ese comportamiento tan..., agh, lo detesto tanto.

Es que su asquerosa y..., sensual sonrisa arrogante no sale de mi cabeza. De pie viendo directo hacia mi ventana, aun me pregunto cómo es que supo exactamente hacia dónde mirar.

Jamás creí volver a verlo, pero que ironías de la vida ¿no?

Sonrío cuando siento un pequeño peso en mi cama, sé quién es así que finjo estar dormida, lo próximo que siento es algo húmedo sobre mi mejilla y me contengo para no reírme. Me veo en la obligación de abrir mis ojos cuando a Simba, mi no tan pequeño husky siberiano, se le ocurre morder mi cabello para que despierte más rápido.

—Oye, el cabello no. —lo aparto y tomo el borde de mi edredón para cubrirme la cara—. Además, tengo sueño, deja de molestar.

Me encanta molestarlo. Simba ladra y escucho que gruñe, pero enseguida empieza a hacerse un camino bajo mi edredón, casi al lado de mis costillas así que, sin poder evitarlo, las carcajadas salen de mi garganta. Su pelaje me hace cosquillas y claro, su constante movimiento.

—Basta, ya..., Simba, ya desperté ¿okey? Ya.

Se sienta esperando que me levanto por lo que hago un pequeño puchero.

—Vamos, Simba, no quiero ir.

Vuelve a ladrar y esta vez muy cerca de mi oído.

—Oye, por si no te acuerdas, el imbécil de Oscar nos desveló ayer. Claro, como tú te quedas a echar la pereza con la pata al aire, mientras que yo ¿Qué? Debo ir de esclava a la escuela, no es justo, Simba, por favor.

Simba suelta un resoplido como respuesta, pareciera como si lo que le he dicho le es absurdo. Abro mi boca indignada, pero a él le vale y ladra una vez más, es como si me estuviera gritando que me levante para ir a mi martirio.

—Ya, ya, está bien, pesado, me levanto, pero ¿sabes quién no comerá hoy sus croquetas favoritas por atrevido? —me siento sobre la cama y le enarco una de mis cejas como si mi perrito entendiera, Simba resopla de nuevo y lleva sus ojos de colores diferentes hacia otro lado, es que es un igualado—, pues tú, odioso, no te voy a dar de comer.

Me cruzo de brazos, muy digna, pero mi hermoso peludito solo estornuda, llenándome de babas y moco, para después, bajarse de mi cama ladrando de nuevo para que me levante y le dé de comer de una buena vez.

De pronto solo quiero que tenga un botón para poder silenciarlo. Aunque admito que ese perrito es lo mejor que me ha podido pasar en la vida.

Odio levantarme temprano, odio ir a la escuela, odio incluso existir.

Miro hacia la puerta para asegurarme que Simba no entrará de nuevo y me recuesto en la cama, mis ojos viajan automáticamente al techo y sonrío al ver las luces que simulan estrellas fugaces.

Entre Besos Y Bocetos © ✓  | DESTINADOS IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora