𝐏 𝐄 𝐋 𝐄 𝐀

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●❯────────────────❮●❝JURO QUE SI LE VUELVES A HACER DAÑO, HARÉ QUE TE TRAGUES TUS PROPIAS BOLAS❞T O M

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❝JURO QUE SI LE VUELVES A HACER DAÑO, HARÉ QUE TE TRAGUES TUS PROPIAS BOLAS❞
T O M

𝓜ientras termino de hacer mis deberes, escucho un par de risas subiendo las escaleras: Alice ha llegado a casa para preparar a mi hermana para la fiesta.

Decido tomar una relajante ducha fría, tardando el tiempo suficiente para que mis manos comiencen a arrugarse por el contacto con el agua. Al salir, me seco y me dirijo directo al armario. Tomo una camisa rojo vino, unos pantalones de vestir negros y completo mi outfit con unos zapatos cafés oscuros.

Peino un poco mi cabello aún húmedo, tomo los anillos que están sobre la lavamanos y los coloco en mis dedos. Aplico suficiente perfume para la noche y, como toque final a esta apariencia de "bad boy", desabrocho la camisa hasta el cuarto botón.

La razón por la que hago esto, sinceramente, no la sé. Pero, al igual que muchos, disfruto provocar miradas; que cualquiera que me vea me desee. Sé lo que provoco en las chicas y algunos chicos, y no me incomoda. La atención alimenta mi ego roto.

Salgo de la habitación y doy un par de golpes en la puerta de Dalia.

—Adelante —me dice. Al entrar, la observo frente a su tocador, poniéndose aretes. Barro con la vista la habitación en busca de Alice, pero parece que se ha ido.—No me jodas —replico al escuchar su voz molesta. Entonces, me doy cuenta de que lleva un vestido de satén del mismo color que mi camisa.

—Juro que no lo planeé —trato de ocultar mi sonrisa ante la coincidencia.

—¿En serio? Parecemos niños de nuevo, ambos del mismo color —se queja mientras intenta hacer una extraña maniobra para subir el cierre del vestido.

—Ven, te ayudo —digo, acercándome y poniéndome de espaldas a ella—. Puedo irme a cambiar si no quieres que usemos el mismo color.

—No, está bien —responde, mientras sigo forcejeando con el maldito zíper que se ha quedado atorado.

—Es tarde, y además, este vestido me encanta —responde, y en ese momento doy un jalón, haciendo que su cuerpo golpee contra el mío por accidente.—Rómpelo y pagarás el doble de lo que me costó —me amenaza, con una mirada desafiante.

—Lo siento, estaba atorado —le digo mientras termino de subir el zíper y acomodo su cabello—. ¿Ya nos podemos ir?

—Sí —responde, tomando su bolso. Bajo y me monto en el Jeep de una vez. Reviso mi teléfono y veo un mensaje de mi madre sin leer.

"No me esperen despiertos, y por favor, niño, no le cuenten a su padre."

Este tipo de recados son nuestro pan de cada día. A mis padres no les importa lo que haga el otro, solo quieren mantener las apariencias.

𝐋𝐎𝐒 𝐌𝐄𝐋𝐋𝐈𝐙𝐎𝐒 𝐇𝐈𝐃𝐃𝐋𝐄𝐒𝐓𝐎𝐍 / 𝐓𝐎𝐌 𝐇𝐈𝐃𝐃𝐋𝐄𝐒𝐓𝐎𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora