4: Claro de luna.

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Ella sonreía mientras me acercaba, lo intenté, pero no pude detener el tren.

•Cuentos para monstruos•


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Calíope.

Mi mirada estaba puesta en el espejo, me encontraba en mi habitación buscando que ponerme para la fiesta que organizó Logan, realmente no deseaba ir, él era un completo hijo de puta, pero joderle la vida, hacer que se volviese loco era lo que más anhelaba en ese momento.

"—¿Crees que ganarás?—" La voz en mi cabeza hizo que sonriera. No sabía la razón pero de vez en cuando parecía que yo tenía a alguien conmigo, vigilándome; viéndome desde el rincón oscuro de la habitación al dormir o tal vez desde la oscuridad del techo.

—Yo no tengo nada que perder, por ende no ganaré nada. Me quedaré tranquila.—Suspiré.

"—Es una lastima que creas que harás eso—" En mi cabeza se escuchó un carcajeo, tapé mis oídos de forma estúpida, ya que, estaba en mi cabeza, dentro de ella y vivía en mi.

—¡Basta! —Grité tratando así de calmar todos mis demonios, tal vez así podría parar. Mis ojos fueron rápidamente a la mesita de noche donde se encontraban mis pastillas.

"—¿Dónde está la Calíope Urriaga que yo creé?—" Grité una vez más, la voz de mi cabeza hacia que me volviese loca, quería que se detuviera, que parara. Algunas veces era inofensiva, pero otras tiraba a matar, algunas veces me ayudaba, algunas veces era buena, pero cuando no hacia lo que quería todo salía mal.

Mis ojos vieron a un punto fijo de la habitación, para ese entonces ya había puesto la pastilla en mi boca, me la había tragado a los tres segundos; alguien me había dicho una vez que eso era síntoma de adicción, pero no lo era, al menos eso creo.

—¿Calíope? —La voz varonil de Jaxon irrumpió mis oídos, lo miré sorprendida y perpleja.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?—Pregunté, él se acercó a mi y yo estando en el suelo traté de levantar el brazo para que se detuviera, pero no pude y él se acercó.

—¿Estás bien? —Nuestros ojos conectaron, sus ojos café hacían juego con la ropa negra que llevaba, su pelo, sus labios, todo lo que había en él era perfecto.

—¿Por qué me tocas? No puedes tocarme—Me alejé como si en él hubiese algo infeccioso, temerosa. —¿Cómo entraste? —Volví a preguntar.

—Has dejado tu puerta abierta.

—Vete Jaxon —Me quejé aún en el suelo, pero él no se movió y ayudó a que me levantara, no le agradecería, podía joderse él también.

—Calíope, ¿Me echarás la culpa? —Lo miré, fría, mi rostro no tenía emoción, lo sentía.

—¡Quiero que te largues de mi casa! —Grité, encontrando fuerzas dónde no las había, él por su parte se alejó de mi y me observó desde la puerta. Tomé mi teléfono que se encontraba en los pies de mi cama y marqué el número de Selene.

—Hola Lene —Ella me respondió de la misma manera —Ven a buscarme en la noche, me quedaré dormida y quiero que vengas por mi. He tomado pastillas. —Ella no se había negado a mi petición, aceptó de inmediato y puedo jurar que la imaginé frente a mi asintiendo.

—Veo que estás en busca de ropa —Dijo Jaxon aún de pie, seguía en la misma postura.

—Jodete, ¿Quieres? —Él sonrió, tan hermoso, tan... Sensual, pero peligroso, terrorífico y a la vez lujurioso.

—¿Cómo lo estás tú? —Respondió girándose, quise gritarle pero la miraba fría que me regaló diciendo las últimas palabras hicieron que quedara gélida —Ponte algo rojo, y mancha tus labios del mismo color, no sería la primera vez ¿No es así Calíope?

Mis ojos lo miraron,  desconocía la razón del porque sabía tantas cosas, se suponía que él no debía saberlo. Quise levantarme, pero literalmente me arrastraba como un gusano; él continuaba caminando y yo trataba de seguirlo.

—Detente Jaxon —Dije mientras él bajaba las escaleras, no volteó, siguió y yo traté de hacerlo también, lo único que logré fue ocasionar dolor en mi cuerpo al rodar por las escaleras. Aquella pastilla había empezado a hacer efecto, era una maldita droga para ir a una realidad mejor, y a veces peor.

Cuando levanté la cabeza vi el cuerpo de mi padre al pie de las escaleras, estaba en su silla de ruedas. Vi con terror cómo movía las ruedas de su silla, se estaba burlando de mí, se reía de mis episodios y yo me vengaba, pero la maldad que había en él era muchísimo más grande. 

Seguía mirándome con ganas evidentes de querer hacer algo, pude verlo levantarse de su silla de ruedas mientras yo estaba en el piso, pude verlo ir a la cocina mientras yo estaba en el piso, pude sentir como se sentó sobre mi arrancando mi ropa, pude sentir como sus manos pasaban por mi cuerpo, por mis partes intimas, pude escuchar sus jadeos al embestirme, pude sentir el cuchillo pasando por mi abdomen, pude sentir el cuchillo dentro de mi.

Pero había algo mal en lo que veía, también podía percibir el olor a sangre a mi lado, podía ver a mi madre tirada en el suelo a mi lado mientras mi padre clavaba el cuchillo en su rostro, veía como su sangre salpicaba y sentía como mis labios a costa de mi padre se manchaban de sangre, una, una y otra vez.

Pero Claro de luna sonaba y lo hacia sentir mejor.

Caliope.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora