8: Demonios vestidos de ángeles.

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Es que tenía miedo...

Es que tenía miedo

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Calíope. 

La mirada de la mujer que antes era mi psiquiatra estaba sobre mí, tallándome de una forma ruda y cruda. Yo deseaba moverme de ese lugar y ocultarme donde su mirada no me pudiese encontrar.

Selene estaba a mi lado junto a Ángel, quise gritarle que se fuera de mi lado, él me había besado, yo lo había besado y él la besaba. El simple hecho de que Selene, quien se hace llamar mi mejor amiga este con el como pareja me desloca.

Dos mujeres habían pasado por mi vida y me habían arrebatado a los hombres que yo quería, la primera fue Agness, la segunda fue...

—¿Calíope? —Mi mundo fuera del que estaba mi cuerpo fue interrumpido por aquella mujer de bata blanca.

—Me quiero ir de este lugar. —El silencio abordó la tensión, las finas cortinas que detenían ver quién era el paciente de tu lado hacían que me sintiera nerviosa, cualquier sonido podía traspasar esa fina tela, por eso yo prefería paredes de concreto, donde el sonido era poco y los jadeos de dolor eran nulos.

—Tus amigos me dijeron que tuviste un episodio, han pasado ya dos años y no debes preocuparte... yo puedo ayudarte. —Aquella frase pareció haber reproducido una emoción que hacía tiempo estaba muerta en mí.

—No quiero que nadie me ayude. —La doctora miró mis ojos. —No deseo que me vea con sus ojos saltones, no quiero que trate de meterse en mi cabeza, porque es probable que usted quede peor que yo. —Ella seguía con su mirada tenue, esa mirada que no significaba nada, mientras que yo me imaginaba saltando de aquella cama de hospital, arrancando cada extremidad de su cuerpo, y con su sangre escribir: Calíope Urriaga sigue aquí y su sangre sigue siendo joven.

—¿Quieres compartir con nosotros tus pensamientos, querida? —Aquella mujer dejó salir su voz una vez más, desde que mi madre partió al infierno tenía la voz quisquillosa de aquella doctora taladrándome la cabeza.

—Quiero coger, doctora. —Mi cuerpo se levantó de la cama, no sin antes fijarme en la aguja que traspasaba mi piel. —¿Cuánto tiempo llevo aquí? —Mi pregunta hizo que Selene mirara el reloj en su muñeca y que Ángel simplemente me mirara atentamente.

—Solo tres horas. Ya son las dos de la madrugada. —Mis ojos fueron hasta donde estaba la doctora.

Mi cuerpo se puso de pie haciendo que Selene se acercara, pero yo la detuve.

—¿Me compras algo de comer? —Ella dudó unos segundos, pero cedió. El cuerpo de Ángel se movió, pero ella lo detuvo, Selene era muy estúpida o tal vez demasiado idiota. —Váyase y por favor deje de meterse en mi vida como una mosca a una sopa. —Los ojos de la mujer sonrieron, pero sus labios seguían finos.

—Si fuese una mosca no gastaría mi tiempo en algo que no tiene remedio, y además ¿Quién se lanzaría a su propia muerte? —Nos miramos, ella continuaba siendo profesional, pero yo sabía que deseaba con todas sus fuerzas gritar a todo volumen lo desquiciada que estaba.

El cuerpo de ella fue visto por mi hacia tres segundos, Ángel estaba ahí de pie, incitando a que yo olvidara que era Selene en mi vida una vez mas. 

Yo, Calíope parecía estar desquiciada, mal de la cabeza, le echaba la culpa a las personas por todo lo que me pasaba y si tenia la razón, por eso no me sentía culpable. Todas las personas que estaban a mi lado debían morir, porque yo debía ser la única en todo y para todos. 

Era una reina.

—Ciérralas.—Mis ojos fueron a las cortinas, el obedeció de inmediato.

Mientras las cortinas se cerraban, mis piernas dejaban a su vista un infierno vestido de paraíso.

Logan.

Los ojos del padre de Calíope estaban sobre mi, había odio, había furia, pero también había una suplica. Sus ojos gritaban: libérame.  Pero yo no haría aquello, Urriaga y yo éramos parecidos en eso, nuestras venganzas no tenia retroceso.

Después de todo, todos veríamos la muerte a los ojos, solo adelantábamos su momento. 

—¿Cómo van tus comidas? —La pregunta hizo que su mandíbula se tensara, vaya sorpresa.—¿Ella sabe tu secreto, papi?—El llamado lo hizo cerrar sus ojos fuertemente. 

A pesar de que no se levantó de la silla su secreto tenia una deuda conmigo, mi espalda entró en su campo de visión, mi paso se adelantó, pero su voz rasposa hizo eco en la habitación. 

—Te recomiendo que te escondas, Logan, el pulso no me tiembla cuando aprieto mis manos sobre un cuello. —Mi sangre se heló al momento, no lo mostré, pero temía. 

—¿Cómo quieres que me esconda cuando la ella está tras de mi? —Mi espalda aun seguía a su vista. —Ella y yo somos iguales.

—Logan.—Su carcajada hizo que sintiera un escalofríos. —No te creas tanto, ella no es nada, pero ha hecho todo. 

Caliope.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora