Capítulo cinco.

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Luego de una charla larga, Lucrecia me convenció de preocuparme de mis estudios. Tenía que repuntar y volver a ser la Carla de siempre. Así que no me quedaba más remedio que pedirle ayuda al vagab... a Samuel. Como no había venido a la escuela, me conseguí la dirección con la directora y ella me la dio sin problema, después de decirle que era para estudiar. Necesitaba notas altas, de lo contrario sufriría de nuevo un susto como el que solucionó papá.

Salimos de clases y le di las gracias a Lucrecia, quien me brindó apoyo y me dijo que su casa estaría abierta las veinticuatro horas para recibirme.
Vi que había llegado mi auto y caminé desanimada hacia él. Me subí y saludé al chofer, quien al parecer era nuevo. Anoche en la cena algo pude escuchar de papá, que decía que tendría un nuevo chofer, pero la verdad es que no le tomé mucha importancia, estaba sumergida en mis pensamientos.

-Necesito que me dejes en un lugar, no en casa-le dije sin previo aviso.

-Usted manda, señorita-respondió mientras arreglaba el espejo retrovisor del auto, para luego ponerse las gafas.

(...)

Llegué a un barrio desconocido, lleno de edificios antiguos y descuidados. Entré al que correspondía con la numeración que me habían dado y subí por las escaleras, ya que no tenía ascensor y eran pocos pisos. Una vez que llegué al tercer piso, saqué mi alcohol en gel y lo puse en mis manos como si fuera una crema, porque había tocado la baranda por error.

Busqué el número del departamento hasta que lo encontré, 301. Miré la destruida puerta y con falta de pintura. No sabía en lo que estaba metida, pero en fin, ya estaba allí.

Di tres toques a la puerta y me quedé allí esperando a que me abriera alguien.
De pronto veo que se mueve la manilla.

-Hola

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-Hola...-dije nerviosa pero disimulando.

Samuel apoyó su brazo en el marco de la puerta y me miró serio. Tan serio que no podía descifrar en qué estaba pensando ni cuál había sido su impresión.

-¿Puedo pasar?

Abrió la puerta un poco más, con una sonrisa de pocos amigos. No estaba muy contento de verme, no entendía porqué.

Chequeé con mi vista su casa, y a pesar de ser pequeña, estaba ordenada. Solo había un plato con comida en la mesa del living, donde además estaba el televisor encendido. Al parecer llegué en el peor momento.

-¿A qué viniste?-preguntó sin expresión alguna.

Carraspeé y me preparé para hablar.

-Vine para saber si aún estaba en pie la oferta de tutor-dije con una sonrisa sutil.

-¿Y eso a qué se debe?-preguntó mientras apagaba el televisor para escucharme mejor.

-Necesito subir mis calificaciones y distraerme...-dije esto último un tanto nostálgica.

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