Capítulo ocho.

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Un mes después...

Ha pasado un mes desde que no voy a clases. Mis padres ya saben el real motivo de porqué no quiero ir, y también saben la existencia de esta chica rubia, que por cierto se llama Cayetana.

Llevo días y días, y no puedo liberarme de él. Ya estoy cansada de seguir amándolo, siento que no puedo superarlo. Me encantaría borrar toda nuestra historia y así eliminar el dolor, pero supongo que así se aprende. Al fin y al cabo, así son las penas de amor: dolorosa, intensas.
Extraño el contacto de su piel con la mía, extraño como enlazábamos nuestros dedos para caminar juntos de la mano, por todas las calles de la ciudad.

Ya era momento de volver a Las Encinas. No puedo seguir faltando y evitando lo inevitable. Lu me convenció de que no podía faltar a la fiesta de fin de año, así que para que me dejara tranquila le
dije que iría.

Agarré mi bolso y salí de casa. Me subí al auto y cerré la puerta. Estaba extremadamente nerviosa, no sabía cuál iba a ser la reacción de Polo. Tampoco sabía cuál sería la mía al verlo por primera vez con alguien que no fuese yo. Eso me asustaba un poco, pero mantendría mi compostura.

(...)

Estaba en mi casillero, tomando mis libros para mi siguiente clase, cuando de pronto llega a mi lado Samuel.

-Estás de vuelta-dice apoyándose en los casilleros.

Cerré la pequeña puerta y me digné a mirarlo

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Cerré la pequeña puerta y me digné a mirarlo.

-Así parece...-dije mirando sus ojos, que al parecer se veían con un brillo extraño.

-¿Estás... bien?-me miró atentamente.

-Eso creo-respondí seca.

-Bueno, cualquier cosa que necesites sabes que estoy aq...

-Samuel, lo siento, pero no vine a hacer vida social, vine a retomar mis clases.

-Entiendo. Y bueno, por lo mismo, ¿Estudiamos hoy?-me preguntó con una sonrisa ladeada.

¿Qué le pasaba a este chico? ¿Acaso me estaba coqueteando?

-En la biblioteca-dije terminando la conversación. Di la media y caminé hasta el salón.

Llegué al salón y me senté en mi lugar, porque el que no se sentaría allí sería Polo, no yo.
Entonces miro a través de la puerta y veo entrar a Polo con Cayetana de la mano, sonrientes y felices. Se sentaron en la mesa más cercana al pizarrón y Polo ni siquiera me vio. De seguro estaba acostumbrado a que yo no viniera a clases, pero bueno, aquí estoy, a la nada de llorar, pero aguantándome y manteniéndome firme, aunque me cueste.

De pronto veo cómo Polo agarra las manos de Cayetana y las besa suavemente, tal como lo hacía conmigo.

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