Sexta parte

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La Chica de los ojos verdes (Sexta parte)

La bajada del cielo al suelo fue brutal...los dedos se Seher todavía vibraban deseosos de tocarlo. En los labios aún persistían la humedad de su saliva y su sabor a café. Apretó los puños para encerrar en ellos el deseo y compuso una falsa sonrisa para Hatice y Melaha, más conocidas en su barrio como las urracas casamenteras. Adoraban interferir en las vidas de todos los jóvenes del vecindario y jugaban como moiras del destino a entrelazar vidas a través del matrimonio.

Ella se había convertido en un reto personal para estas dos hermanas, si no le fallaban las cuentas habían sido nueve los pretendientes que habían traído a tocar a su puerta...Ella los rechazó a todos...habían sido unas experiencias incómodas y dolorosas, porque algunos de los chicos eran amigos de la infancia a los que nunca alentó y que bajo los ánimos y falsas promesas de las urracas se habían envalentonado y confesado sus sentimientos. A ella le había tocado romper sus corazones y en el camino endurecer también el suyo propio. Ella no sabía que era el amor, no creía haberse enamorado nunca...bueno hasta ahora...

La mano de Yaman se posó en su cintura y le dio un ligero apretón que la apoyó en su costado. Esto la sacó de sus pensamientos y la trajo de nuevo a la calle Estrella y a una situación en la que jamás pensó que se encontraría. Buscó las palabras imposibles de encontrar ya que su agotado cerebro no daba para más y entonces el hombre que la sujetaba de la cintura, extendió su mano libre hacía las urracas y les dijo,

- Buenas noches, ustedes deben ser vecinas de Seher. Un placer conocerlas...

Las dos mujeres también sin habla estrecharon tímidamente la mano a Yaman y este continuó con su monólogo.

- ¿Saben señoras? Nos han pillado en el momento más feliz de nuestras vidas...porque...Seher acaba de aceptar mi propuesta de matrimonio.

Los ojos de las urracas se clavaron en Seher a la espera de una confirmación por parte de ésta, que asintió, confirmando la afirmación de Yaman roja como un tomate.

- Que sean muy felices.... ¿señor?

- Yaman, Yaman Kilimli.

- Un momento, Seher querida ¿no se casó tu hermana con un Kirimli?- preguntó Hatice, la más avispada de las dos.

- Sí, así es...- contestó Seher sin saber que más decir.

- Entonces, ¿entiendo que están emparentados?

- Sí, señora el esposo de Kevser era mi hermano mayor Yalcin.- respondió Yaman.

- Ohhh supimos de su fallecimiento, acepte nuestras condolencias.

- Muchas gracias...ahora si nos disculpan hay otra persona con la que debemos hablar...ya que ella dijo sí...

Yaman dijo esto acompañado de una sonrisa y una mirada con tanto encanto que casi tumbo de espaldas a las dos hurracas e hizo que sus propias piernas se convirtiesen en gelatina. No era justo que un hombre acaparara tanto sexapil ...Seher se dio cuenta de que en él habitaban múltiples hombres. El frío empresario, el vulnerable solitario, el encantador...¿cuantos más descubriría y cual sería de entre todos el que predominaba....? Se preguntó.

Una ardiente mano tomó la de ella, fría en comparación, así se dio cuenta de que la charla con las urracas había terminado y él la instaba a continuar su camino a casa. Se despidió de las hermanas y continuaron su camino cogidos de la mano en silencio.

Cuando unos minutos más tarde llegaron a una fachada de piedra cubierta con muchísimas macetas con flores de todos los colores posibles Seher soltó la mano de Yaman. En la calle había un taxi y la puerta estaba abierta. Un hombre delgado y canoso salió de la casa arrastrando una maleta. Seher se acercó rápidamente a éste que la abrazó y la besó tiernamente.

LA CHICA DE LOS OJOS VERDESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora