Nuestro comienzo, (por más que no tengamos ni la remota idea de que pasado vino más que del que nunca existió) empezó a mediados de una Italia en 1983, pero antes de migrar mis palabras para hablar solamente de Italia, quiero aclarar que en realidad vivía en Busan, Corea del Sur.
Mi familia y yo estábamos agitados por ver nuestro primer mundial de fútbol en la televisión coreana a color, donde conocimos a un Dieguito Maradonna de 23 años luciéndose en el campo español y hasta cuando fue expulsado en un partido. Cuando terminamos con la final de Alemania e Italia, Italia ganó y mi madre decidió volver a empacar sus maletas, esta vez contando conmigo como su otro acompañante para viajar por primera vez en avión y en primera clase.
Mi madre quien no paraba de malgastar el dinero que papá había recibido de alguna herencia lejana que llegó por parte de mi abuelo Park, estaba totalmente obsesionada con viajar, era una sagitario muy aventurera. De hecho, recuerdo que yo que tenía unos dieciséis años para ese entonces, cuando por obra mágica del destino mis pies estaban sobre las recónditas calles de una Roma en los ochentas, listo para escuchar a Cyndi Lauper en la radio y comer pizzas napolitanas con vino blanco a dos cuadras de la torre de Pisa.
Corea apenas estaba volviendo a la vida después de un golpe de estado. La economía tuvo un crecimiento sorprendente en los sesentas y mi padre tomó la oportunidad de vender uno de los castillos Park que heredamos para manejar entre sus manos más de doce millones de dólares para la época. Era muchísimo dinero y muchísima euforia por gastarlo, sobre todo cuando los gustos se volvían cada vez más costosos. La envidia también nos mantuvo unidos como familia, en mi colegio no era más que un niño de casa, jugando con cadenas de oro y comiendo caviar, cuando en realidad pasaba mi tiempo viendo las revistas de mamá y admirando las fotos en primera página de John Travolta en Vaselina. Para la familia no fue fácil, tener dinero significaba muchas cosas y llevaba mucha carga de gente negativa, tenías que cambiarte de comuna, cambiarte de colegio y vivir una vida más beneficiosa para nosotros.
Mi madre era jovencita, tendría unos treinta y seis años tal vez, cargaba siempre con sus cabellos alborotados y muy abombados, como una estrella de pop americano, ella fumaba solo Malboros rojos, era una coreana con clase y caminaba por Gangnam con nuestro perrito Kiki y una colección impresionante de moda. En el primer viaje que tuvo a los Estados Unidos de América conoció una Nueva York resplandeciente y hasta que no visitó todas las tiendas de moda habidas y por haber, no regresó. De ella adquirí un gusto culposo por gastar en prendas delicadas de telas finas, marcas caras y apariencias lujosas que solo me podían ofrecer algunas tiendas cuando visitaba Seúl. Me importaba mucho la apariencia, el olor, la delicadeza y el estilo. Aprendí a diferenciar un Givenchy de un Saint Laurent y conocer algunos secretos de moda que mi mamá trajo escritos en las revistas que compraba en Nueva York.
Mi padre por el contrario, era un coreano tan común como cualquier otro, en realidad no me anima tanto hablar de él porque era un militar gruñón, su único interés era el fútbol y la comida, como todo taurino. De vez en cuando, muy de vez en cuando, lo veíamos tocar canciones chinas en una guitarra que teníamos guardada en el closet del cuarto de visitas, la sacaba solamente en navidades o cuando tenía amigos en casa que se quedaban a tomar por las noches.
Por mi parte, me dedicaba a jugar del Atari que él me había comprado en el viaje a Nueva York, tenía River Raid, Space Invaders y Donkey Kong. No tenía muchos amigos para la época, seguía siendo el niño mimado del bachillerato sobre todo cuando me mudé a un colegio privado, de esos que son para ricos, estudiando con hijos de otros militares de altos rangos y algunos miniempresarios del gobierno. De vez en cuando tenía una amistad, hasta que me cansaba de que hablaran a mis espaldas y volvía a jugar con mi Atari hasta no salir de allí por dos meses más.
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atómicos ☆ kookmin
FanfictionManarola, Italia de 1983. Jungkook era su profesor de italiano y Jimin su mejor estudiante.