Entre un supuesto pensamiento podían pasar infinitas alternativas que distorsionaran el mismo, eso también era un milagro. Entre los pensamientos está tu ego, lo cual es muy probable que nunca sepas de su existencia y te joda muchas veces sin darte cuenta alguna, también el deseo, también el amor, que va en conjunto con el deseo y un millón de reacciones más. Porque el ser humano es múltiple, odia ama, y a veces, que queremos ser más amados por los demás, es donde menos amamos y luego nos preguntamos ¿Qué ha pasado?
Estaba entonces solo, mi cuerpo en una casa desconocida el primer día de mi independencia, en el cual solo tenía que convivir con un profesor de italiano por el mes que me quedaba, igual de coreano que yo, tal vez un poco menos, pero mucho más apuesto.
Jungkook había superado todas mis expectativas, por supuesto, dejando de lado la belleza, él derramaba eso que yo para ese entonces no conocía y era lo que más me llamaba de cualquier otro adjetivo que tuviera cualquier hombre, su destreza. Tenía talento para el arte, decoraba su casa como el ensueño de cualquier hombre de veintiocho, tenía una moto roja tan linda como la casa y pulida como la madera del piso, vivía tan libre como los pájaros e independiente. Era seguro, era inteligente y más allá de inteligente, era el primer sabio que conocía, sin contar que era extremadamente joven.
En fin, Jungkook era un sueño.
Pero más que un modelo a seguir, era la primera persona que admiraba en su totalidad.
La tarde transcurrió, ni tan rápido ni tan lento. Ese día había tomado mi tiempo para buscar un televisor y conectar mi Atari, pero la casa al final seguía siendo pueblerina y a Manalora no le iba a llegar el cable hasta los 2000 así que de que servía tener un televisor.
Me puse a pensar en cualquier otra alternativa para hacer en esa tarde, cuando recordé la postal de Manalora que guardaba en el bolsillo de afuera de mi maletín de mano, tomando un bolígrafo que encontré entre un posillo de la cocina y empecé a escribir en el mesón.
"Querida Madre.
He llegado sano y salvo a Manalora. El pueblo es hermoso, tan pequeño como mi meñique (y mira que si es pequeño) y tan agradable como Florencia. Tiene unos callejones preciosos, las casas son de ensueño y el pueblo es tan caluroso como las playas de Corea. Estoy bien, sano y salvo. Mi profesor Jungkook es un chico joven con menos de treinta años, es muy apuesto y trabaja en una pizzería. Estudió para ser diseñador de interiores ¡Tienes que ver su casa! Quedarás fascinada con sus muebles de cuero y sus lámparas de figuras. Es muy inteligente y parece más italiano que coreano, estoy seguro que voy a pasarla de maravilla y además aprender muy rápido del mejor. Espero tu postal también, te quiero mucho.
Jimin."
Y no escribí de más, ya quedaba muy poco espacio en la parte inferior de la postal así que no había de otra más que de entusiasmarse por el resultado que había obtenido. Miré mi reloj de pulsera observando como apuntaban las cinco en punto. Jungkook volvía al anochecer y el sol ya se estaba escondiendo así que mejor era apurarse antes de dejarlo fuera.
Bajé las mil y un escaleras para entrar a la calle principal de piedra y seguí el camino esta vez hacía abajo, totalmente dirigido al mar. No sabía precisamente a donde me dirigía ni mucho menos a donde podía entregar una postal pero era parte de la independencia ¿No?.
— Excuse... — Me acerqué a una chica rubia, con pequitas en sus ojos, una turista. Aún así pregunté. — You know where...?
Apunté a la postal.
Ella automáticamente negó.
— No sorry, I'm Turkish.
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atómicos ☆ kookmin
Hayran KurguManarola, Italia de 1983. Jungkook era su profesor de italiano y Jimin su mejor estudiante.