A veces las mejores noticias vienen después del temblor, el sudor y las lágrimas más desgarradoras, cuando ya no pensabas que aquello podría pasar y que la paciencia que alguna vez imaginaste infinita, algún día terminaría.
Jungkook había llegado desapercibido a Florencia y a mi vida, tan extrañamente como un rayo de luz cegadora que me atrapaba sin pedir perdón, como un incógnito. Atravesó las paredes de lo que creía imposible de traspasar, cuando mis lágrimas habían cesado su labor y fue la mirada de nuestros ojos la que me recordó el verdadero sabor de lo que era querer a alguien otra vez. La reciprocidad mutua era una sensación divina, el placer de un beso agridulce por el vino no se compara a cualquier beso si no hubiese sido en el momento que tuvo que ser, ese que fue junto a él en un reencuentro celestial. Nosotros siempre quisimos y fuimos esos magos incomprendidos, que se hechizaban a si mismos con el poder de la presencia y entrábamos en fases de coincidencias.
— ¿Cuándo nos vamos?
Recuerdo preguntarle.
— Mañana en la mañana.
De vuelta en casa, cuando habíamos recogido los pedacitos de queso tirados en el pasto verde y nuestras bocas habían quedado lo suficientemente moradas entre besos, mordidas salvajes y espasmos de sexo, subimos sin remordimiento las escaleras hacia mi casa, con la mirada perdida de tanto enfocarnos en una sola. Subí de la mano de Jungkook aunque me costara tragarme el deseo de escupir todo mi amor por él, aún temía por encontrarme la mirada de mi padre.
Mi mamá, por otro lado, estaba en la sala de estar, recostada a cuerpo completo con un vestido de casa mientras miraba decepcionada una revista de moda turca que parecía haber comprado en cualquier kioskito.
— Ma... — Llamé su atención de inmediato, casi asustándola.
— Ah, Jimin. — Quitó la vista de su revista y se sentó rápidamente en el sofá, se colocó los zapatos de casa que yacían en el piso, tomó una aceituna sobre la mesilla y me miró. Parecía lucir tranquila. — ¿Donde estabas hijo?
— Fui a pasear un rato...
Jungkook de sorpresa, apareció detrás de la pared que separaba el pasillo de la sala, haciendo su primera entrada ante los ojos de mi madre y la saludó de inmediato con una reverencia lo suficientemente respetuosa para lucir encantador. Jungkook aún lucía el mismo brillo en su aura que lo hacía ver tan resplandeciente a donde sea que se dirigiera, tal vez por su cabello café profundo o sus facciones fríamente calculadas para ser siempre bellas, pero mamá lo había notado.
De inmediato vi un brillo en sus ojos.
— Encantado señora Park. — Le tendió la mano. — Jeon Jungkook.
La vi parpadear varías veces de la impresión y responderle con una sonrisa plena y brillante.
— Encantada. — Le regaló una pequeña reverencia. — Te estábamos esperando, eres bienvenido, profesor Jeon.
Jungkook de inmediato le había tomado el juego a mamá, parecía estar en su zona, comenzó la conversación tocando el tema de la revista turca que había estado leyendo mi mamá, el diseño moderno y las revistas internacionales que vendían como propaganda a las elecciones. De un momento a otro estábamos sentados en las otras sillas que acompañaban el sofá de la sala, hablando amenamente sobre todas nuestras pasiones por el diseño, mamá tomaba de un martini que tenía junto a sus aceitunas y nos ofrecía de ellas de vez en cuando. No notaba incomodidad, Jungkook se había encargado de ser tan atento con sus palabras que casi no sé distinguía que podía llegar a ser tan humano como nosotros, por eso, dentro de mí carcomía una felicidad incontrolable. Miraba a Jeon de perfil mientras hablaba como alguien majestuoso, mamá se dedicaba a escucharlo y me dedicaba miradas cómplices, como si no necesitara más nada que aquella tranquilidad de tenerlos a los dos hablando frente a mí.
ESTÁS LEYENDO
atómicos ☆ kookmin
FanfictionManarola, Italia de 1983. Jungkook era su profesor de italiano y Jimin su mejor estudiante.