Capítulo 3

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(...)

Al pasar de las horas poniéndome al día con Berenice en mi oficina, me di cuenta que es de esas chicas intelectuales que estudia todo tipo de temas sin importar nada, es muy transparente y siempre hace caras que delatan exactamente lo que está pensando, me contó de su familia, de la empresa Mousett, que siempre ha sido cedida de generación en generación desde su fundación por el señor Bruno Mousett, quien era el bisabuelo de Benjamín, y también me contó que su padre le otorgó la presidencia hace ya 3 años y desde que ingresó, propuso nuevas reglas. Para ser sincera, me agradó demasiado Berenice.

Y su compañía me puede ayudar mientras éste en Mousett.

6:47 pm

Me despedí de ella en la entrada del edificio ya que habíamos bajado juntas y me propuse a caminar hasta un centro comercial y mi célular avisó una videollamada entrante.

Lo revise y era Edith, mi mejor amiga.

Ella se había ido a un viaje familiar por una semana pero la tenía al tanto de todo los acontecimientos.

Nuestra amistad era muy sólida, éramos realmente unidas, la extrañaba demasiado.

Nos conocimos en primaria, y no fue la típica historia de que en el primer instante que nos conocimos no caímos de maravilla, no.

En una clase de biología, el profesor nos puso juntas con otra compañera, cómo grupo. Ni siquiera nos conocíamos, y cuando empezamos a hablar ni habíamos coincidido, estábamos debatiendo sobre dos teorías y ella no quería aceptar que yo tenía razón, la otra compañera ni opinaba, porque sabía que la íbamos a matar. No literalmente. Bueno, cómo decía, en ese tiempo yo era muy arrogante, orgullosa y poco solidaria por decirlo así. No me importaba la opinión de los demás. Aunque ahora tampoco pero, antes era peor, no me limitaba en fingir para que otros no se sintieran mal.

Terminamos discutiendo, sí.

Nos mandaron a la dirección, ahí la directora nos dio cómo castigo limpiar el salón de arte después de clases, lo cual era algo tedioso porque había mucha pintura adherida a todas partes.

Con el tiempo ni nos mirábamos en el salón de clases, y como cosa del destino, de nuevo nos tocó unirnos para un proyecto y durante lo organizabamos nos dimos cuenta que teníamos cosas en común, ella vivía a unas cuantas cuadras de mi vecindario, nos íbamos juntas, nos veníamos juntas, salíamos juntas y todo eso, éramos cómo un equilibrado libro, ella era cómo la luna. Oscura, misteriosa é introvertida aunque tenía una risa demasiado escandalosa que no podía controlar. Yo por el otro lado era cómo el sol, con mucho ánimo, entrometida, preguntona y extrovertida, siempre haciendo estupideces. Nuestra amistad era cómo un equilibrio imperfecto.

Y estaba bien.

Me límite a contestar y ahí estaba ella,  sonriendo, con un collar de flores de varios colores, traía puesto una camiseta de un estampado muy loco que le resaltaba su color de piel muy pálido, sus mejillas un tanto rosadas, el cabello color negro muy oscuro con unos pocos mechones grises, lo traía húmedo, esos ojos color azul muy bajó casi grises.

No se veía muy sobria, tenía en su mano izquierda una copa con un líquido vinotinto. Su alrededor estaba oscuro con luces de llamas, estaba cómo alrededor de una fogata pero, a pesar de la teniente poca luz se diferenciaban palmeras y una muy extendida arena, se oían las olas del mar chocar con la orilla.

─¡ISAAAAAA! ¡te extraño, mujer!─dijo, muy rápido con alegría y una sonrisa que dejaba ver sus dientes blancos cómo la nieve.

─Yo también, ¿cómo te ha ido?cuéntamelo todo.─hablé con la voz un poco apagada.

La fuerza inexplicable de un sentimiento]✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora