Capítulo 4.

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"Me duele el pie."

...

"Ay, me duele la espalda."

...

"Ron, me voy a desmayar. Agárrame. Ron, Ron."

"Cállate de una vez antes de que te amarremos y te dejemos abandonado en un árbol, idiota." Un malhumorado Ron se acercó a Carl, frunciendo el ceño.

Carl hizo un mohín de disgusto, mirando fijamente a los ojos del rubio.

"No me hagas esos mohines de niño mimado y camina." El rubio declaró antes de girarse para seguir caminando. Jessie rió ante aquella escena.

"Pero, pero." Carl abrió la boca, corriendo tras el contrario.

"Sin peros."

El castaño cerró la boca de golpe y continuó su camino con el ceño fruncido. "De todas maneras..."

Ron jadeó.

"Es la última cosa que digo... En los siguientes cinco minutos." Carl sonrió.

"Dejémoslo aquí. Vámonos, mamá."

Jessie rió, acercándose a Carl para tomarle la mano. "Vamos, sheriff. Aún tenemos que encontrar provisiones y un lugar para pasar la noche."

El mayor de los hermanos Anderson iba por delante, con sus cinco sentidos alerta por si escuchaba o veía a algún caminante. Jessie iba en medio, entre Sam y Carl, tarareando una canción en voz baja junto a su hijo menor, tratando de distraerlo.

"Mamá, vayamos a revisar esa tienda. Se ve bien, probablemente encontremos algo en buenas condiciones."

Jessie asintió y Carl rápidamente corrió detrás de Ron para ayudarle.

Por suerte, no se toparon con ningún caminante mientras entraban a la tienda y estuvieron muy agradecidos cuando encontraron una caja con alimentos enlatados que algún tonto había olvidado ahí, probablemente entre la desesperación del momento. Carl la levantó y junto a Ron, salieron de ahí.

Caminaron hacia la mujer y con una amplia sonrisa, le mostraron la caja.

"Oh, miren. Con esto estaremos muy bien algunos días." Jessie abrió los ojos al ver la cantidad de latas que había.

Ron asintió felizmente. "Ahora revisaremos alguna casa y la aseguraremos para poder pasar la noche. Vamos."

Carl sonrió y caminó detrás suyo, aún con la caja entre sus manos. Jessie y Sam iban detrás suyo y por primera vez en mucho tiempo, la mujer se veía relajada. Carl se dió el tiempo de admirar sus facciones y se dió cuenta de lo joven que era. Le calculaba no más de cuarenta. Tal vez unos treinta. Le recordó a su mamá.

Suspiró.

Extrañaba la cálida mirada de su mamá, llena de amor mientras le susurraba palabras con intenciones de consolarlo cuando estaba asustado por la lluvia y los truenos. Recordaba estar en su habitación esa misma noche, las pesadas gotas de agua hacían un fuerte ruido cuando se estrellaban contra la ventana y los brazos de mamá le rodeaban el cuerpo.

Extrañaba los desayunos especiales, aquellas mañanas en las que despertaba con la mezcla de olores de comida por toda la casa, destacando el chocolate caliente y pan tostado.

Extrañaba a Lori.

"Te estoy hablando."

Carl parpadeó, deteniéndose de golpe. "¿Si, Ron?"

"¿En qué pensabas, sheriff?"

"No sé si debería contarte. Te vas a reír de mí."

"No lo haré." El rubio se acercó a Carl, llevando su mano hacia su hombro para darle un suave apretón.

PATEA TRASEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora