Capítulo 8.

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El resto del día continuó rápidamente para Ron y Carl, los cuales entre risitas y coqueteos tontos, entablaron una larga conversación sobre sus gustos y los sueños que tenían antes del apocalipsis.

"Mierda, ha oscurecido tan rápido." Habló Ron, poniéndose de pie.

Carl miró a su alrededor y asintió. Era tan raro estar así, en la calle, hablando sin armas en los bolsillos y sin preocuparse de que un caminante llegara y acabara con todo en menos de un segundo. Quería llorar. Era tan raro y triste y extraña tanto a su mamá.

"Sí, ni siquiera me di cuenta." Sonrió dulcemente, tomando la mano del rubio para poder ponerse de pie.

Ron recibió su mano y la tomó con cuidado, ayudándole a levantarse. Una vez ambos estuvieron de pie, el rubio se inclinó y dejó un beso sobre la mejilla del castaño. "Creo que debemos ir a dormir ahora. Mañana será nuestro primer día oficial aquí."

Carl asintió y sin decir más, caminó hacia su casa con un sonrojo feroz pintado sobre sus mejillas. Ron fingió que no vió la manera en la que Carl agachaba la cabeza y evitaba hacer contacto visual con él, pero era tan tierno y ya estaba impreso en su memoria.

"Descansa, Ron." Murmuró, entrando en su casa y despidiéndose con la mano de aquel rubio.

Desde el balcón de su pequeña casa, Enid observó cada acción y pequeño gesto que había sucedido entre los dos chicos.

Estaba enojada.

Con un simple beso en la mejilla, Ron había tirado todo su proceso con Carl a la basura.

8:37 AM, DÍA SIGUIENTE.

Desde temprano, Carl había salido a inspeccionar un poco el lugar, sin la supervisión de Ron, claro, pues aún le parecía muy extraño el funcionamiento de esta comunidad; no era posible un escenario así, en pleno fin del mundo. Algo debían tener de extraño y el quería descubrirlo.

Ya había pasado una hora desde entonces y estaba volviendo a casa ahora mismo, dispuesto a comer algo, ya que su estómago rugía por algo crujiente y con chocolate encima. Así que sin pensarlo dos veces, se dió la vuelta y se encaminó hacia su nuevo hogar. A lo lejos observó como Jessie y su familia salían de su casa, todos vestidos y bañados.

 ¿El cabello de Ron era tan rubio? Se preguntó a si mismo entre risitas, corriendo para alcanzarles.

"¿A dónde van?"

"Hola para ti también, Carl." Ron bufó, mirándole fijamente. "Deanna nos invitó a su casa para desayunar con ellos y conocernos un poco más."

Carl asintió, escuchándole. "¿Y Enid?"

"Fuimos a su casa pero ni siquiera nos abrió la puerta. No sé que ocurre con ella."

"Pero no importa, debemos irnos ahora porque vamos diez minutos tarde." Jessie interrumpió, sonriendo dulcemente.

"Así que ni te atrevas a escaparte, tenemos que ir." Ron murmuró hacia el castaño, tomándolo por la camisa y acercándolo hacía él.

"No me he duchado. Salí a tomar una caminata y estoy todo sudado."

Ron cerró los ojos mientras reía. "¿Cuánto tiempo estuviste sin bañarte antes? Puedes aguantar un simple desayuno."

El castaño se rindió y asintió, tomando la mano de Ron para comenzar a caminar. "Tenemos cuadernos vacíos en casa, ¿sabes lo mucho que me gustaba escribir antes? Yo tenía una gran imaginación y todo el día me la pasaba inventando historias para jugar." Carl habló, sonriendo felizmente hacia Ron, el cual escuchó atentamente sus palabras.

"¿Sí? También solía escribir pero no mucho. Sólo algunos textos o poemas donde me desahogaba."

El castaño asintió una vez más, acercando la mano del contrario a su rostro para dejar un corto beso en el dorso de la misma. "Tal vez podríamos juntarnos alguna madrugada para escribir algo y luego leernoslo. Eso es lindo."

"¿Y por qué en la madrugada?"

"Tengo problemas para dormir... O para estar solo. No sé." Habló Carl, cabizbajo y frunciendo el ceño. "En fin... Creo que hemos llegado, después hablamos."

Y dicho y hecho, Deanna estaba ahí, frente a la gran casa grisácea que le pertenecía a ella y a su esposo. Jessie se adelantó, con una amplia sonrisa en el rostro mientras le daba la mano a la mujer.

"Buenos días. He estado aquí por diez minutos ya." Comentó Deanna, a lo que Carl puso los ojos en blanco. La mujer no le agradaba por más que tratara de verle el lado positivo. Simplemente no. Nadie llega y te ofrece un hogar en pleno apocalipsis sin querer algo a cambio o sin consecuencias. No estaba bien.

"Lo siento muchísimo, antes eramos bastante puntuales pero creo que perdimos un poco la noción del tiempo." Jessie sonrió avergonzada, encogiendo suavemente sus hombros. "Aún no nos acostumbramos."

Deanne sonrió y sin decir nada más, abrió la puerta de su casa, dejándoles pasar. Jessie y Sam entraron primero, luego Ron y al final Carl, el cual miró fijamente a Deanne mientras lo hacía, sin despegarle la mirada ni por un segundo.

"No sabíamos lo que les gustaba, así que preparamos un pequeño buffet." El esposo de Deanne, Reg, les dió amablemente la bienvenida, poniéndose de pie para estrechar la mano con cada uno de los invitados. Carl le sonrió.

"Tomen asiento, por favor. La comida ya está en la mesa, sírvanse lo que quieran."

Ambas familias se encontraban tomando asiento, cuando en la puerta se escuchó un golpe, y luego otro y luego un tercero mientras Deanne se acercaba para poder abrir.

"Tenemos nuevos. Aaron los trajo. Parece que son cuatro mujeres, seis hombres y una bebé."

Al escuchar la palabra bebé, Carl alzó la mirada. "¿Judith?" Susurró para sí mismo, aunque Ron pudo escucharlo y tomó la mano de Carl, dándole un apretón.

"¿Judith?" Repitió el rubio.

Carl le miró y asintió. "Mi hermana... Es una bebé, ¿cuántas posibilidades hay de que haya una bebé en un apocalipsis? ¿y si es ella? ¿y si es papá?"

"Podemos ir a ver al grupo después de comer algo."

"No puedo esperar, Ron. Si son ellos, entonces debo ir." Carl se puso de pie, soltando a Ron para poder caminar hacia Deanne. "¿Puedo acompañarla? Sólo a dar un vistazo. Tengo la esperanza de que... De que ese sea mi grupo. Es decir, el grupo donde estaba, con mi papá."

Deanne pareció pensarlo por unos segundos antes de asentir. "De acuerdo. Que sea rápido." Y salió de la casa, con Carl, Ron y el hombre que fue a dar el aviso, detrás de ella.

Caminaron en silencio hacia la entrada, la cual estaba a unos cuantos pasos y mientras más se acercaban, Carl apretaba con más y más fuerza, la mano de Ron.

"¿Papá?" Preguntó Carl en voz alta, sintiendo como sus ojos se llenaban la lágrimas.

"¡Carl!" Rick se acercó al castaño, llorando, y rápidamente enredó los brazos a su alrededor, sosteniéndolo en un fuerte abrazo. "Te extrañé."

"Y yo a ti."


PATEA TRASEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora