Cuando volvió a sus sentidos, sus párpados se abrieron con una increíble lentitud, mientras que ella apenas sabía donde estaba. Alzó la mitad de su cuerpo, sentándose en el suelo, quizás con demasiada prisa, lo que la hizo marearse por segundos. Llevó sus manos a su cabeza, intentando estabilizarse, al menos físicamente.
— ¡Despertaste!
Pero antes de lograr una ligera calma, una figura que no reconoció al momento se le abalanzó, abrazándola con fuerza y dejándola sin aire por medio de la sorpresa. Aquel cabello rojizo se refregó contra su mejilla hiperactivamente por el chico que frotó su nariz contra su hombro. El cosquilleo de estos mechones rizados se le hizo familiar y por fin su cerebro se liberó un poco del estupor en el que se había metido.
— ¿Rick? — La chica preguntó para confirmar su situación. El joven se apartó de ella y dejó que sus marrones ojos se encontraran con los de la fémina. Efectivamente, era su querido amigo, Ricardo. — ¿Qué pasó? ¿Dónde estamos?
La tranquilidad de su rostro no le duró más que unos breves segundos, pues la ansiedad comenzó a recorrer de nuevo las fibras de su mente. Recordaba vagamente el estar pensando en Siro y luego haber tenido una sensación de sueño tan intensa que cayó dormida. El sitio dónde estaban era uno que jamás había visto antes y su garganta seca, además de su estómago vacío, considerando el hecho de que había estado comiendo recién en la casa de las Aguilar, le sugerían que había pasado un rato extenso inconsciente.
Ante su interrogante, su amigo bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior y negando suavemente con la cabeza, haciendo que sus preciosos rizos bailaran de un lado a otro al compás del movimiento.
— Aún sin respuestas. — El chico hizo una pausa antes de mirarle con sus ojos brillantes llenos de expectación. — ¡Pero de eso nos encargamos luego, Solly! Tienes que venir a ver toda la gente que está aquí.
El chico se levantó de un salto, para luego ayudar a su mejor amiga a pararse también, antes de caminar a la salida de aquella habitación de grises paredes gastadas y en la que podías ver cinco sacos de dormir en el suelo, junto a cinco almohadas grandes a juego de los colores azul, cyan, negro, blanco y fucsia. Además de eso, solo había un espejo de cuerpo completo que esperaba apoyado en una de las paredes vacías. Solange iba hacia la puerta, pero, antes de cruzar aquel espacio rectangular, la chica notó algo extraño en su amigo.
— ¿Y esa ropa, Rick? — Estaba cien por ciento segura de que el atuendo de Ricardo no era aquel ese día y eso que ella era muy mala para recordar las prendas de los demás. El joven solo miró sus mangas, encontrándose una vez más con aquel largo polerón de tonalidad anaranjada que no le pertenecía. Toda su ropa estaba compuesta de tonos de naranja, blanco y negro.
— ¿Esto? Desperté con ello puesto. Deberías mirarte a ti.
La chica bajo sus ojos y pronto notó que, de lo que usaba por vestimenta, nada le pertenecía. Sorprendida por el inesperado cambio, corrió hasta el espejo para encontrar la respuesta que estaba buscando. Un polerón sin hombros de un pálido tono rosado abrazaba su torso y por este asomaban las tiras del que debía ser su sostén, de una tonalidad negra. Eso la alarmó, pues era consciente de que ella no poseía ropa interior de ese color ¿¡Hasta eso le habían cambiado?! Un escalofrío recorrió su columna y tragó saliva, intentando a duras penas mantener la compostura ante los sombríos pensamientos que la acosaban desde que despertó.
Recordó vagamente que un profesor una vez les había dicho que, si les pasaba cualquier cosa, el paso uno era calmarse, por lo que uso toda su fuerza de voluntad para ahogar sus ganas de gritar. Después de todo, entrar en pánico no ayudaría a su situación, así que decidió seguir notando qué le habían cambiado a su vestimenta.
Una falda plisada de color negro se aferraba a su cintura y largos calcetines rosa pálido le llegaban por sobre sus rodillas, para acabar con unas zapatillas de color negro que se sentían como si estuvieran nuevas. En su cabeza, ocultando la superficie de sus oscuros cabellos descansaba una boina de un tono más intenso que su polerón.
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Flagelo de tinte arcoiris
Gizem / GerilimEn medio del luto por la muerte de un querido amigo, Solange se ve obligada a sobrevivir las pruebas de un misterioso infierno junto a nueve compañeros que tal vez saben más de lo que aparentan. La voz de los parlantes asegura que todo es por la exp...