CAPÍTULO 3.1. ANUNCIAN QUE VIENE

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Como siempre, los rayos y truenos fueron divertidos de agregar al postrarse en el umbral de la puerta. Y la madre, pobrecilla, se notaba que perdería la cabeza en cualquier momento. Fue claro que el viento había anunciado su llegada, pero, la mujer, al estar pensando en mil y otras cosas más, atendiendo sola una granja y tres niños, por supuesto que no la esperaba. Aún así, como siempre, había llegado a hacer su trabajo.

La primera vez que vio a los niños, éstos parecían terribles duendecillos al intercambiar golpes los unos con los otros. Bueno, las relaciones entre primos siempre eran... interesantes. Normalmente se encargaba de hermanos, sin embargo, los parientes de los Green habían arribado antes que ella, eso ponía las cosas prácticas, justificando mejor por qué la "necesitaban". Con su habilidad habitual, despachó a los niños para que se fueran a dormir y se volvieran compartidos.

Aunque aquel pajarraco horrible no la dejó de molestar por un buen rato. No era sólo su inhabitual dieta, sino que era un ave simplemente grosera. ¿Por qué no podía ser más como Ona, un precioso espécimen de jobberknoll (excelente para pociones de olvido) que tenía? Sin dudarlo, echó al pajarraco ese lo más rápido que pudo de ahí.

Luego, se despidió de la señora Green y salió de la casa. Dos lecciones de cinco, recién hechas. Esos niños eran un dulce, le llevaría muy poco tiempo hacer que se comportaran. Y el niño más pequeño... se resistió de verdad a su hechizo cuando vio comprometido al montoncito amarrado de cartas. A juzgar por cómo la miró después de eso, la tranquilidad y el asombro en sus orbes azules. Cuando un niño mágico comprendía que estaba frente a una bruja de verdad, como lo era ella, tendía a tener esa mirada que reflejaban los sentimientos encontrados del momento. Mary sabía que debía de trabajar especialmente con eso.

Mientras iba caminando fuera de la granja se topó con un señor larguirucho, rubio y con un desaliñado traje azul. Pasó a su lado, asustándolo con su apariencia no muy agradable a primera vista, y, seguidamente, el sujeto siguió su camino para ingresar a la granja. Ya había lidiado con personas así por mucho tiempo, seguro que él ponía las cosas complicadas para la familia Green. Los niños... tendrían que ser inteligentes para librarse de sus planes. Ya mañana vería.

A la mañana siguiente, el anuncio de que los lechones habían desaparecido por la noche hicieron que todo encajara. Así que ése era su plan. Sin lechones, los Green no podían rentar el tractor para cosechar y vender el trigo, les quitarían la granja eventualmente. Mary admitió que esa era una buena estrategia. No obstante, convenció a los presumidos londinenses que fueran a ayudar a su familia de campo. Y, rápidamente, los niños recuperaron dos de los lechones perdidos, pero, eso no era divertido. Un pequeño hechizo que ayudara a los cerditos escapar era mejor, así aprenderían la tercera lección. Sin embargo, tras producir el hechizo con su bastón golpeando el suelo y soltando chispas (efectos especiales para sorprender a los pequeños), un ronco oink se dejó oír desde el granero. ¿Qué podía ser eso? ¿Había otro cerdito por ahí que simplemente se había escondido y ahora estaba en problemas? Mary decidió ir a ver.

Pisó estiércol y heno, sin duda, pero los oinks seguían llamando su atención, puesto que era, sin lugar a dudas, un pedido para ser atendido lo más pronto posible. ¿Estaría enfermo? Mary buscó en el mismo lugar encontró el agujero por donde los lechones, indudablemente, se habían escapado con anterioridad.

El sonido era más fuerte por ahí.

Observó el área donde un extraño artefacto se erguía. Un montículo de heno se movió al ser producido otro oink. Mary retiró parte del heno con su bastón. Lo primero que vio fue una cola gruesa y rechoncha, luego, tras retirar más heno, unas piernas de cerdo alargadas de forma antinatural. Una mueca de asco le llegó al rostro.

Sangre mágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora