Dentro de una oficina, en el Departamento de Aurores, había un reloj. Su tic tac resonaba en la habitación, inmutable y ajeno a lo que acontecía en el mundo. Un tacón rojo y brillante lo siguió quedamente, un tic sí y un tac también. Ambos, golpes coordinados marcando el tiempo.
Mientras tanto, en el pasillo alfombrado, dos pares de mocasines cafés bien lustrados y un par de zapatos negros desgastados iban persiguiéndose unos a otros. Cada par era perteneciente a una persona diferente.
-¿Dices que estaba en el parque frente a la Calle del Cerezo? -preguntó uno con mocasines, el que iba más atrás de los tres.
-Efectivamente. Más de treinta personas. Mandé a un equipo para que se encargue, seguramente ya estarán terminando.
-¿Cómo es posible? ¿No se supone que está en su departamento? ¿Bajo su vigilancia? -Bufó el de zapatos desgastados, casi como un gruñido.
-Pidió una semana libre -respondió el primero, encogiéndose de hombros-. No podemos negársela porque es excelente en su trabajo, se lo merecía.
-¿Por qué cada vez que sale se arma un escándalo? -siguió gruñendo el de aspecto más descuidado de los tres hombres que se dirigían a la habitación-. ¡Muggles! ¡Nos está exponiendo a unos muggles!
Ninguno de los tres agregó nada. Ya estaban frente a la puerta oscura con el número tres metálico y brillante colgando en la parte media superior. El de zapatos desgastados tuvo que intentar serenarse antes de tomar el pomo y girarlo. Exactamente en ese momento, dentro de la habitación, el tacón dejó de seguir al tic y al tac del reloj. Los tres hombres ingresaron, ninguno habló hasta que la puerta se cerró nuevamente. Y el reloj siguió su ritmo.
-Poppins. -El hombre desarreglado no pudo evitar escupir el apellido de la bella dama que los había estado aguardado, pacientemente sentada, en aquel lugar.
-Auror Rowle -le respondió ella, seria-, he de felicitarlo, ya han puesto sillas decentemente cómodas para esperarlos en su infinita travesía hacia acá.
El aludido apretó los labios. Sí, esa no era la primera vez en que debía de enfrentarse a aquella mujer de labios rojos y una cierta malicia escondida detrás de sus palabras.
-Poppins -repitió el auror con su paciencia desapareciendo rápidamente-. ¿Sabe por qué está aquí?
-A decir verdad, me ha sorprendido su llamado. Pero, como buena ciudadana, heme aquí. Estoy más que segura que usted puede iluminarme en el asunto.
-Treinta siete muggles riendo y flotando en el parque de la Calle del Cerezo, ¿le suena conocido? Porque no hay nadie más que usted quien pueda ser responsable de tal cosa. Hemos mandado a un grupo de obliviates para resolver el asunto. Y este no es momento para andar mandando personas para encargarse de un desastre como el que ha provocado.
-¿En el parque de la Calle del Cerezo?
-Exacto.
-Sí he ido ahí, en primavera es espléndido.
-¡No cambie el tema!
-Bueno, las personas se ríen y divierten. Eso no es ilegal.
-Son muggles, ¡por amor a Merlín!
-Los muggles también pueden reír. Y, repito, eso no es ilegal -apuntó la mujer. El rostro del auror Rowle se descompuso-. Y, aparte, supongo que el señor Ferrer le ha dicho que estoy tomándome la semana, y ahora me han hecho perder... -le mujer convocó un hechizo de tiempo-, dos horas y tres minutos con cincuenta y tres segundos de mi tiempo. Caballeros, si no requieren de mis servicios, tendré que irme.
La mujer se levantó, tomando su paraguas con un mango similar a la cabeza de un perico y su gran bolsa; su sombrero azul volvió a cubrir su cabello castaño y sus tacones rojos comenzaron a sonar sobre el suelo de nuevo.
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Sangre mágica
FanfictionMary Poppins, por algunos motivos que la mayoría desconoce, se encuentra trabajando de niñera en el Mundo Muggle. Su inspiración para este trabajo es tan fuerte que lo ha hecho por varias décadas, y continúa a pesar de que tanto el Mundo Mágico como...