CAPÍTULO 3.4. QUÉ IRÁ A SUCEDER

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Cuando llegó al lugar se dispuso a buscar al menor de los Green. Avanzó con cuidado, con el arma a la mano, por si acaso algún otro bicho se mostraba. Afortunadamente, encontró primero a Vincent, escondido detrás de la extraña maquina con cepillos que había construido su padre antes de irse a la guerra. Siguió el murmullo de su risa. Al parecer no estaba corriendo peligro... a menos que no fuera realmente el niño, oh, no... sí que era el niño. Estaba rodeado de heno y sentado riendo mientras veía emocionado a un grosero jarvey.

—¿Vincent? —lo llamó quedamente.

El niño se volteó a verla, la sonrisa que traía se amplió más.

—¡Nanny! —saludó.

Mary se sintió aliviada. Luego, comprendió que, efectivamente, el niño había estado en el granero mientras ella se transformaba.

—¿Qué está pasando afuera? —preguntó el niño, murmurando.

—GORDA, VIEJA—grito el jarvey antes de soltar una macabra risa.

—Qué grosero, bicho. Vincent, no deberías estar en compañía de esta pequeña criatura —dijo Mary inclinándose hacia el niño.

—¿Eh? Pero si es divertido —El niño se volvió a ver al jarvey, que no paraba de soltar palabrota tras palabrota, haciéndolo reír—. Aparte, no hace nada. Mira.

Vincent acercó sus infantiles manos al jarvey, Mary estuvo a punto de lanzarse a detenerlo, pero el bicho fue rápido y se acomodó dócilmente en las manos del niño. Después el mismo Vincent se acercó todo emocionado a ella y se lo mostró. El bicho siguió diciendo palabrotas, pero nunca soltó ningún gruñido y parecía estar tranquilo. El pequeño con sangre mágica rio un poco más

—¿Ves?

Mary no parecía muy convencida, decidió agacharse, con el arma en una mano y acercó la otra al animalito que tenía una complexión similar a la de un hurón. Éste se erizó y le gruñó, cuando alejó su mano, se calmó y siguió insultando y riéndose como si nada.

—Sí, ya veo —Mary no chasqueó la lengua sólo porque empezó a considerar alguna forma de hacer que el Vincent dejara al bicho ese.

Por otro lado, el niño le empezó a lanzar una lluvia de preguntas.

—¿Cómo ahora eres bonita? ¿Qué era eso? ¡Mira, el hurón habla! ¿Quién era el que estaba contigo? ¿Qué es un magis, magizo... eso? ¿Eres acaso una maga o un hada? —Y a ésas le siguieron más y más preguntas y comentarios que empezaron a marear a Mary.

—Vincent, cálmate. Respira y di una por una. Si te tranquilizas te puedo responder lo que quieras —aseguró Mary, pronunciando todo lentamente, y tomándolo de los hombros para que le prestara atención—. ¿De acuerdo?

Vincent asintió con lentitud. Y de igual forma preguntó:

—¿Eres maga? —aunque eso no le quitó lo emocionado que estaba. La miraba casi como si esperara que empezara a lanzar serpentinas de colores.

—No —negó con la cabeza Mary. La sonrisa de Vincent flaqueó—. No se dice maga, se dice bruja.

—¿Eres una bruja?

—Sí, sí soy una bruja.

—Pero, ¿eso no es una mala palabra? —La seguridad del niño se redujo, tan solo un instante al menos, porque el jarvey repitió la palabra con alegría.

—No, Vincent, para nosotros no es una mala palabra.

—¿Nosotros? —Vincent ahora lucía confundido.

Mary le sonrió, enternecida. Estaba siendo una buena plática introductoria, al fin y al cabo.

—Sí, nosotros. Vincent, tú has visto lo que puedo hacer. —El niño asintió—. Ahora te diré un secreto, también tú puedes hacer magia. —Esas palabras volvió a encender la emoción del niño.

Sangre mágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora