CAPÍTULO 2. Y NIEBLA GRIS

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Para los ingleses la hora del té siempre es un momento por más adecuado para una charla informal, si se da entre amigos. Y, aunque no fuesen especialmente amigas, sí tenían a un amigo en común.

—Siempre he sentido curiosidad por cómo acabaste aceptando ir a convivir con los muggles.

—La curiosidad mató al gato.

—Pero la satisfacción lo trajo de vuelta —respondió la mujer sentada al contrario de la mesita, antes de llevarse un biscuit a la boca.

Ambas intercambiaron miradas suspicaces.

Todo había sido idea de su amigo en común. Era un pequeño intento para que Mary saliera un poco más con gente “de clase” y que no se dedicara a cuanto oficio hubiera en el mundo. A la mujer le hacía falta algo de compañía en sus días libres, según él. Y Mary había acepado, tras el primer día como la nueva niñera de los Gold.

En una terraza del pequeño cafetín, Mary Poppins estaba teniendo el honor de tratar con una bruja de linaje, o es así como intentaba mostrarse, Vinda Rosier. Mary no tenía una mala idea de la mujer, pero, tampoco era la mermelada adecuada para su pan.

—Bueno, en realidad ha sido como esta reunión nuestra, idea de Gellert —respondió al fin. La francesa se inclinó interesada.

—¿Una idea que ha durado más de veinte años? Supongo que el trabajo ha sido encantador para ti. —Su acento francés era bastante amistoso, a excepción de que tenía el desliz de las eres bastante común entre su gente, pero eso no distraía a Mary del sarcasmo de sus palabras.

—Ni te imaginas, querida.

—¿Estar al servicio de muggles?

—Es más que eso. Es divertirse un poco rompiendo las reglas y recordarles que no son los únicos en el mundo.

—¿Rompiendo las reglas, dices?

—Sí. No te escandalices, querida. En un inicio esa no fue la intención. La emoción simplemente me ha ganado cada vez, ahora es un hábito difícil de romper.

—¿Cómo fue pensado al inicio?

—Tal vez de forma más… invasiva. Pero, tras analizar la situación en la que la familia vivía, optamos por algo un tanto… complicado, pero amigable.

—Una nana —se burló la francesa.

Mary sonrió.

—Sí, una nana. Verás, las nanas tienen la ventaja de que los adultos las dejen a solas con sus niños y, si eres lo suficientemente lista, los niños confían también en ellas. Sólo hay que saber cómo mover los hilos.

—No puedo creer que a Gellert se le ocurriera tal cosa.

—No fue por nada. Verás. Gellert vino un día a mí con la preocupación de un recién ataque a la hermana de un amigo suyo que fue producido por muggles. Ambos hermanos habían estado viviendo en un orfanato, desde que él tenía siete años. Gellert y él se conocieron en un parque cercano, fue una mera casualidad. A los once, al niño le llegó la carta de Hogwarts y ambos separaron sus caminos por un rato, pues Gellert estudiaba en Durmstrang en ese entonces. Compartieron algunas cartas durante un tiempo, ambos suponían que la hermana menor tenía también el don de la magia y que pronto podría ir a Hogwarts con su hermano. Antes de que eso sucediera, un grupito de canallas se reunió y la atacaron juntos, apuntándola de rara. Gracias a eso la niña no aceptó ir a Hogwarts, quería escapar, pero no quería ser diferente. Poco después murió como un osbcurial. Su hermano nunca se perdonó por eso. Él mismo rastreó a quienes lastimaron a su hermana. Pero no era de los que mantienen el temple frío, y terminó por suicidarse después de acabar con ellos. Dos personas con potencial desperdiciadas en un abrir y cerrar de ojos.
Su interlocutora soltó un resoplido burlón.

Sangre mágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora