➸Sus movimientos eran cargados de gracia, su cuerpo se balanceaba al ritmo de la serenata dejándome hipnotizado por el mover de sus caderas, pase mi lengua por mis labios disfrutando del manjar del que mis ojos estaban siendo testigos...
➸Era tan de...
Samuel De Luque Batuecas había hecho una promesa, una promesa que estaba dispuesto a cumplir por el simple y sencillo hecho de satisfacer a sus progenitores después de todo ser hijo de los fundadores de una de las empresas más grandes de España no era para nada fácil, si bien podía gozar de los exquisitos placeres de obtener lo que queríacon tal de pedirlo no era lo mismo en lo sentimental o familiar, habían hecho que se comprometiera con una hermosa mujer, hija de un famoso empresario que sabía bien que beneficiaría tanto a la empresa familiar como a la suya con un vínculo matrimonial como ese. La primera vez que la conoció pudo comprender que se llevaría bien con ella, tenían mucho en común pero aún así no llegaba lo suficientemente lejos para sentir amor por ella. Él no la quería, al menos no de una forma romántica y sabía de ante mano que ella estaba en una situación parecida a la suya, Akira era hermosa y era una mujer muy amable pero no provocaba nada en Samuel no había esa chispa de amor que tanto presumían en las historias románticas que solía leerse. Sus padres habían puesto su felicidad en bandeja de plata para intercambiarla por bienes materiales como lo era el dinero, entrelazaron el destino de Akira con el de él poniéndolos entre medio de un contrato que ningunode los dos podíaromper, ambos habían formado una alianza entre sí, que sería la más satisfactoria y primordial en sus épocas económicas difíciles, su madre estaba feliz y su padre lo miraba con orgullo. ¿Qué más podía pedir?
Oh al menos eso era lo que pensaba hasta que lo conoció...
Un día como cualquiera se encontraba de camino a su trabajo, fue nombrado jefe de uno de los casinos más grandes e importantes de España gracias a su padre, el lugar era lujoso y lleno de personas dispuestas a apostar hasta el alma, tenía la satisfacción de tener los vinos y el alcoholes más caros y finos que se podría encontrar en todo el país, los espectáculos no se hacían esperar, las bailarinas salían a danzar por las noches por todo aquel brillante escenario donde eran elogiadas por todos los hombres millonarios que se sentaban para admirarlas y de vez en cuando tirarles algo de dinero y alguno que otro piropo pasado de tono llegando a rozar en desmedida en lo guarro.
Pero eso no era todo, no solo habían hermosas mujeres bailando, si no que también tenía la dulce satisfacción de que hombres sexis y con un cuerpo de envidia salían al escenario a danzar y moverse por todo el escenario ganándose la atención de hombres y mujeres dispuestos a gastar tanto dinero como fuera posible por una noche con alguno de ellos.
Para Samuel bien podía parecer un prostíbulo pero no estaba dispuesto a vender los cuerpos de sus bailarines y bailarinas por una suma de dinero que bien podría tener en su zapato izquierdo, tenía mucha más dignidad queeso, lo que si podía permitir eran bailes privados pero no se sobrepasaban a más, lo sabía bien por la minuciosa seguridad de la que estaba resguardada el lugar.
