1. la décision de la lune

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─¡Mark Lee! ─el grito retumbó por toda la oficina, los frágiles vidrios de las ventanas temblaron y su cuerpo adormilado se puso recto en cuestión de segundos.

La mujer de estatura mediana, cabello castaño, ojos grandes y piel arrugada, se ubicó bajo el umbral de la puerta con los brazos cruzados. En su rostro abundante de cansancio, se podía notar claramente la molestia que sentía, además de que la oficina comenzaba a apestar a manzana y canela; el característico aroma de su madre. Mark estaba acostumbrado a sus extrañas reacciones, sin embargo, no dejaba de sorprenderle en situaciones inoportunas como esa.

En su mano traía una pala, seguramente andaba otra vez en el huerto. Se acercó al escritorio y lo apuntó con el pedazo de metal, sin temor de ensuciar los documentos sobre la superficie con tierra y musgo.

─¡Tú, intento de adulto y líder! ¿Qué se supone que estás haciendo a estas horas en este lugar?

Mark frunció el ceño y dirigió la mirada al reloj colgado en la pared. Bostezó antes de hablar, refregando sus ojos con las mangas de la sudadera verde que traía puesta. Vio destellos y un ligero mareo le acompañó debido a la fuerza empleada en su acción.

─Son las ocho en punto, madre. A esta hora comienzo con los primeros registros.

─¡No cuando dormiste aquí toda la noche! ─se atrevió a gruñirle, mostrando sus dientes y arrugando la nariz. Como si así pudiese asustar al líder y alfa más fuerte de toda la manada, aunque ciertamente y no tan secreto, lo hacía─. ¿Crees que no me di cuenta que no llegaste a casa?

─Tengo que encargarme de esto, madre. Es mi obligación y lo sabes.

Su vida había cambiado completamente en los últimos ajetreados meses. Ya no habían días de caza, ya no habían vueltas por la ciudad, ya no habían tardes con su madre y madrugadas corriendo con su hermana por el bosque. Todo lo que acostumbraba a hacer en su tiempo libre, cuando no tenía que entrenar o ayudar a su viejo padre, se desvaneció al igual que los pétalos de las rosas en pleno otoño. Cualquiera pensaría que ser el líder era únicamente cuidar de la manada, pero iba mucho más allá de eso, porque debía llevar la cuenta de los suministros para el invierno, ayudar a las familias más vulnerables y conocer a los cachorros recién nacidos, porque claro que había que darles una bienvenida a su nuevo hogar, ¿y qué mejor que el alfa líder se encargue de eso? También debía asistir a reuniones, juntas que le parecían innecesarias y esos talleres de supervivencia que su padre le insistía en visitar. Personalmente le parecía una estupidez, pero no se lo diría a su padre porque comprendía su preocupación.

Ella inhalo profundo y cerró los ojos. ─Ve a descansar o da una vuelta por las cabañas, quizás alguien te necesite, alfa líder.

Mark odiaba ver esa mirada en los ojos esmeralda de su madre. Como si realmente estuviese cansada de discutir el tema o siquiera de hablar con él, agregando que su tono de voz siempre la delataba. Así que, ignorando al tonto lobo en su interior que no le permitía obedecer porque es un alfa, le sonrió a la omega y salió de la oficina, prometiendo volver cuando haya terminado de verificar que todo se encontrase bajo control.

El aroma silvestre, característico de su manada, impactó en sus fosas nasales como un meteorito en la colina al final del bosque. No terminaba de acostumbrarse a la sensación de protección que se adueñaba de su cuerpo cada vez que estaba lejos de la manada. Es muy difícil de explicar y por lo mismo no lograba acostumbrarse. Constantemente se preguntaba qué podría suceder si rompía el lazo con ellos. ¿Entraría en un estado de desesperanza? ¿Sería capaz de morir? Porque si antes de ser líder, cuando era un niño torpe e indefenso, se sentía protegido, ahora tenía la necesidad de proteger, y agregándole su naturaleza, es verdaderamente inaudito y peligroso.

AMADERADO 𔘓 MarkhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora