AMADERADO 𔘓 Markhyuck

2. chasseurs

Mark aborrecía pedir favores.

Probablemente porque su salvaje naturaleza y posición en la manada se lo impedía. De todas maneras, ni siquiera el lobo rasguñando en su interior logró obstruir lo que su alocada mente había planeado, incluso consideró la idea de consultarlo con su padre antes de ir a la acción, sin embargo, ya bastante patético le parecía imitar hasta su modo de caminar. Era su momento de actuar.

Conforme iba creciendo, iba aprendido más sobre las ventajas y desventajas de ser un lobo, la mitad de uno, de hecho. Creía haber recibido la educación suficiente y necesaria para cualquier inconveniente, mas tomando en cuenta que sería el líder sucesor, no obstante, con el paso de los años se daba cuenta de que realmente le enseñaron hasta donde era conveniente. Mark tenía conocimientos que otros no, pero estos eran sólo la punta del iceberg.

¿Los deltas existen? Sí.

¿Su manada los acepta? También.

¿Les hablan sobre ellos? Definitivamente no.

Existe una regla muy importante en su mundo, es lo que más se le repite a los cachorros y lobos inexpertos. Aquella habla estrictamente sobre tener contacto con los humanos. Ellos los han cazado durante siglos, siempre posicionándose mas arriba y tratándolos como bestias sin control, lo gracioso es que verdaderamente no hay muchas diferencias, porque los humanos son animales con consciencia, aunque esa es su opinión personal. Hacen daño de manera consciente y se comportan como los reyes de la existencia. Y es por la misma razón que evitan hablar sobre deltas en las manadas, especialmente en la suya que, desde la época de su bisabuelo, está prohibido relacionarse con otras especies, es una ley un tanto estúpida, pues aceptan a los deltas, pero evitan toda información para que algún lobo tonto no quiera hacer alguna gran hazaña. Los humanos son los destructores de la naturaleza y si adquieren la fuerza sobrehumana de un lobo, no es duda que la usarían para seguir destruyendo y subiendo una cima de miseria.

Él llegó unos meses atrás con el cabello pegado a su frente sudorosa que podría competir contra un lago, las manos ensangrentadas, heridas por todo el cuerpo y los ojos tan negros como la misma noche. Tan oscuros que no había duda alguna en que escondían hasta los peores secretos.

Sí, el unico delta puro de la manada.

A Lee Minho lo mordió un lobo de origen desconocido. Antes de las garras y su instinto incontrolable, era un universitario huérfano que trabajaba horas extra para pagar sus estudios. Por supuesto que en el momento que se enteró sobre su naturaleza y puso un pie en el terreno, tuvo que renunciar a absolutamente todo lo que tenía en esa otra vida; vida a la que jamás podría volver. Entró en pánico, rompió cosas y se lastimó a sí mismo para acabar con el tormento que residía en su interior junto a una clase de lobo tan fuerte como un alfa, pero nada funcionó y los meses siguieron pasando, pasando y pasando, hasta llegar a la actualidad.

Nunca antes había visto una situación como esa, y si no le hubiesen enseñado un poco más que al resto de cachorros, no sería capaz de creer que es posible. Los humanos se oyen tan lejanos que en su cabeza se escuchaba como un cuento de terror el que un lobo se haya descontrolado, rompiendo la regla más importante de cualquier manada, y mordido a un chico inocente e ignorante sobre otras especies, para después dejarlo tirado en el medio del bosque. Le provocaba escalofríos siquiera pensarlo.

Y Mark no creyó que necesitaría de él algún día. De hecho, a Mark le gusta pensar que nunca necesitará a nadie, pero allí se encontraba, a punto de cometer un posible error.

La cabaña que se le otorgó a Lee Minho es pequeña y un poco alejada al resto por petición propia. No tiene ningún tipo de adorno, ni siquiera había maleza creciendo cerca de las paredes o alguna señal de que Minho era descuidado, sólo una cabaña de madera brillante, puertas y ventanas con cortinas oscuras. La descripción perfecta para el hogar de un asesino de esos libros que leía de vez en cuando.