3. vie éternelle

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Cuando es época de caza, los lobos encuentra siempre al animal más débil o enfermo para rodearlo y así matarlo. Cuando sus presas son mas grandes y fuertes, suelen agruparse en más de tres para que ninguno salga lastimado en su intento de caza y defensa, por supuesto que siempre siguiendo las indicaciones del líder. Si el líder les ordena que se sacrifiquen, la manada deberá obedecer porque así es como los lobos funcionan. Muy similar a la edad antigua; en la cima se encontraba Dios, quién escogía al rey y luego seguían los súbditos, sólo que aquí Dios sería la luna y el rey sería un alfa.

Mark como alfa y líder tiene la obligación de proteger a los integrantes de su manada, aunque él muera en el proceso. No podía ignorar la sensación en su pecho, no podía mirar hacia el lado y huir lo más lejos que pudiese, porque mientras alguien de su manada esté en peligro, su lobo no se va a mover, por mucho que su humano esté temblando de miedo y rogando por escapar, el lobo jamás le permitirá mover sus pies. Y hasta entonces no comprendió lo difícil que sería aquello, porque toda una vida alardeo de sus habilidades e instinto de protección, pero nada de eso se comparaba a lo que estaba viviendo en ese instante.

─¿Cuántos de ellos hay? ─Minho le preguntó, podía escuchar su corazón latiendo desenfrenado en su pecho. Le parecía curioso como el chico pudo ser uno de esos cazadores, pero acabó siento un licántropo.

Mark se sentía mareado y sus piernas no le respondían como deberían, incluso su respiración decidió tomar un ritmo errático, casi peligroso. Sin embargo, aun un poco descompuesto, percibió cinco olores diferentes de cada extremo del lugar. Sobre las ramas, entre los arbustos, camuflado con la tierra, detrás del roble y un último que cambiaba de posición constantemente.

Ellos creían que podían confundirlos, pero aun así nunca lo lograban. Porque son intrusos, y aunque se perfumen con aromas del bosque, los lobos fácilmente encontraban a quienes no pertenecían a su territorio.

─Son cinco ─respondió de inmediato─, y sólo uno es el que tiene pólvora. El resto está usando armas blancas.

Este último cazador que no encontraba una posición exacta, apareció frente a sus ojos con una flecha apuntando a su cabeza. Mark retrocedió rápidamente, empujando a Minho en el proceso. Él se dio cuenta de lo que sucedía, pero de todas maneras no giró ni le dio la espalda a ese lado que quedaría descubierto, sería una completa locura preocuparse por un único cazador, sabiendo que hay cuatro más a su alrededor.

Mátalo.

Mark gruñó, los caninos le comenzaban a picar en la boca y las garras le ardían en sus manos. Por supuesto que deseaba asesinar al intruso, sin embargo, no sería muy astuto perder el tiempo en convertirse. Ellos saben de lo que es capaz, y por ende, no van a permitírselo.

El cazador dio pasos firmes en su dirección, las hojas crujían bajo sus botas negras y el viento soplaba a su favor. Se trataba de un hombre mayor, probablemente de unos cincuenta años. Cabello canoso con un bigote desaliñado, ojos negros, piel con cicatrices y la sonrisa más perversa que había visto en toda su vida. Sujetando la ballesta y la flecha con guantes de cuero, bajó el arma hasta que ésta se encontraba apuntando directamente hacia su pecho. Sólo bastaba un pequeño empujón y el filo atravesaría el corazón del alfa líder.

Así pensó que sería, incluso cerró los ojos cuando escuchó el trozo de madera salir expulsado en su dirección. Pero antes de que la flecha impactara en su pecho, ésta se detuvo, siendo sujetada por una mano elegante de largas uñas y esmalte brillante.

Los ojos esmeralda de Mark se abrieron rápidamente al reconocer aquel inconfundible aroma.

─¿No crees que es un poco injusto? Ellos están desarmados y ustedes son cinco ─una voz desconocida habló, mientras apretaba la flecha con un movimiento suave, quebrándola fácilmente.

AMADERADO 𔘓 MarkhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora