Kalei se siente perdida. Quiere regresar al lugar que la vio nacer, pero no soporta la idea de enfrentarse a sus recuerdos. No le queda nada en esa isla, pero siente que allí podría encontrarlo todo.
Connor se ha rendido. Quiere perseguir su sueño...
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KALEI
Cinco meses y medio después
No he ganado, pero sí he participado. He vencido mis propios miedos y los de él. Con mucho trabajo duro, he conseguido enfrentarme a la costa norte de Oahu y dominarla. Me paso las manos por el pelo mientras espero a que Connor coja una ola.
—¿Te he dicho ya lo guapa que vas? —me dice mi hermana con una sonrisa.
Le devuelvo el gesto. Llevo el pelo corto por el cuello y mucho más rizado. Connor puso cara rara la primera vez que me vio, pero ha terminado acostumbrándose. Al igual que la gente de Kihei. Cada vez me miran menos. Saben que no tengo nada que ver con Halia, que nuestras familias no están relacionadas, que no pasó nada entre mi madre y el gobernador. Simplemente, el destino y la casualidad quisieron hacernos iguales y, al mismo tiempo, completamente diferentes.
Suspiro al pensar en mi madre y me la imagino sonriendo. Una Summers ha surfeado Pipeline, y no solo eso, ha estado a punto de ganar.
—El año que viene lo conseguirás —me anima Bonnie Lane, como si me hubiera leído la mente.
—Connor ganará por mí —aseguro—. Le dará una paliza al niño bonito de la costa de Oahu, estoy segura.
—Tom se ha preparado muy bien, no lo subestimes —dice mi cuñada.
—Tom puede irse a la... —empieza Maia.
Pero Ada besa a mi hermana antes de que continúe despotricando sobre Tom Kelley. Bonnie Lane se ríe y las mira con añoranza. La pobre no encuentra novio y, ahora que han hecho oficial que mi padre y su madre están juntos, está más deprimida todavía. Yo estoy pletórica, sobre todo cuando mi padre me dio la noticia de que había renunciado a su trabajo en Los Ángeles para volver a vivir en Kihei. Con una sonrisa, me giro hacia atrás y los veo cogidos de la mano, sentados en dos sillas mientras ven la competición. Todo esto está lleno de gente y cuando los oigo aplaudir y gritar me vuelvo hacia el mar.
Es Connor. Está a punto de pillar una ola que va a darle muchos puntos
Lo observo surfear y moverse sobre el mar y, entonces, sé que, entre los dos, podremos cumplir parte de la promesa que le hice a mi madre.
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CONNOR
Una semana después
—¿No vas a decirme el diseño antes? —le pregunto mientras salimos de mi camioneta.
Kalei niega con la cabeza.
—Dije que, si ganabas el Pipe Masters, me haría un tatuaje —declara orgullosa—. Haberlo perdido.
Sonrío como un idiota y tiro de ella para besarla en los labios. Cuando entramos en el salón de tatuajes, Kalei va directa al mostrador, donde está una chica rubia con los brazos llenos de dibujos a color.
