Capítulo 2. El collar de la vieja ladrona

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Ya con el sol asomándose entre los árboles, Cold Seed, como había prometido, les guió en dirección al pueblo llevando consigo una pequeña carreta. Mientras, tres potrillos, dos terrenales y una unicornio encapuchada, se dedicaban a jugar entre los árboles.

Sombra acarreaba la casa rodante. Hope, acostada en la entrada, se notaba cansada y solía estornudar por momentos. Gracias al accidente que dejó su capa arruinada, Sombra le ofreció usar la suya, y aunque era muy grande no dudó en aceptarla.

—Bien, aquí estamos —dijo Cold Seed al borde de un valle con varias casas.

—¿Por qué no se muda más cerca? —preguntó Sombra tras quitarse los arreos.

—Oh no, no podría dejar mi casa, pasé toda mi vida ahí. —Sonrió para luego darle un mapa enrollado como último regalo—. Bienvenidos a Sentinel Tief.

****

Tras discutirlo, ambos optaron por dejar la casa rodante pues unas estrechas e inclinadas escaleras daban la bienvenida al pueblo. Cold Seed, por su parte, solo agradeció y, junto a sus potrillos, se internó en el bosque en busca de leña.

Después de la despedida, tomaron sus alforjas y continuaron su camino.

Nunca habían estado antes en el pueblo, desde lo alto del valle parecía un gran cráter casi cubierto por los enormes árboles circundantes, con pequeñas casas distribuidas por todo el lugar, sembradíos vestían de verde los patios de aquellas viviendas, y al otro límite del valle, un mercadillo daba color con sus techos de telas remendadas, dando la apariencia de luna menguante multicolor desde lo alto.

Al bajar, caminaron por los sinuosos caminos en dirección al mercadillo para abastecerse, siendo prácticamente perseguidos por murmullos y habladurías de sus habitantes.

Apenas llegar, comenzaron a hacerse de vegetales y hierbas, haciendo lo posible por ignorar los murmullos y algunos tratos groseros de varios vendedores quienes, sin disimular, miraban la corona de Sombra.

—Mira qué encontré, aceite de eucalipto y doble menta. —dijo Hope en voz baja quien se acercó con una pequeña botella verde brillante que guardó en su alforja —. Solo falta un poco de lavanda.

—Excelente, yo no creí que fuera tan costosa la bugambilia aquí.

—¿Acaso es usted el rey Sombra? — dijo un poni terrenal de color café y crin crema, interrumpiéndoles.

Sombra se dio vuelta mientras dejaba un ramo de bugambilias en su lomo.

—Sí, ¿se le ofrece algo?

Un golpe sorpresa en el hocico por parte del corcel le hizo retroceder.

—¡Ve a esclavizar ponis a otra parte!

El murmullo de los ponis cesaron, a la vez que un círculo de curiosos se formaba alrededor.

—¿Pero qué dice? Él no vino a esclavizar a nadie.

—¿Qué otra cosa haría aquí? —dijo una yegua quien curiosamente era una poni de cristal.

—No los queremos aquí, ¡traidora! —gritó otra poni de tantos, para su desgracia, no se hicieron esperar cuchillas, palos y fuego.

—¡Aquí nadie vino a esclavizar a nadie! —replicó Hope, acallando por un momento el creciente grupo—. Por encargo de las princesas, hemos sido enviados a buscar a la princesa Amore y así tome el lugar que le pertenece en el imperio.

—¡Está mintiendo! —Se escuchó en el fondo una voz masculina que ayudó a reiniciar el bullicio.

—Por todos los cielos, ¿creen que está en condiciones de hacer algo? Solo mírenlo. —Señaló a Sombra quien levantó la mirada con una expresión entre molestia y sorpresa—. ¡Si nos quieren fuera de aquí, déjenos terminar nuestro trabajo, llamen a su gobernante o a las princesas!

Sombría esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora