Ser uno

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El otoño llegaba a su fin, con sus colores marrones y temperaturas más bajas anunciaba la llegada del frió invierno, uno de los primeros recuerdos cuando llegue a este lugar fue con unas semanas antes de la caída de los primeros copos de nieve, tal vez suene tonto pero para un niño que había perdido su hogar y sus padres aquel escenario marcaba un final y un nuevo inicio mientras los pequeños copos sobre mi nariz me traían paz y tranquilidad, recuerdo la sonrisa tímida de mi hermano mientras apretaba fuertemente aquel oso de peluche, había pasado tiempo desde que una sonrisa sincera aparecía en su rostro y como si se tratara de un resfriado me contagie de la misma felicidad, jugamos en nuestra habitación compartida, reímos y corrimos uno tras el otro como el par de cachorros que éramos, poco después se unió Gilbert y casi al termino de nuestra faena Ludwig, aunque siendo sinceros Gilbert y yo lo arrastramos a nuestro juego sin sentido, también era la primera nevada de los toscos hermanos, tal vez por esa razón congeniar con ellos no fue tan difícil, ambos éramos huérfanos de padres, fugitivos de conflictos de los cuales apenas podíamos comprender.

-Alfred, Matt te está esperando en su habitación-

-Gracias Ludwig, iré en un momento-

Con un leve asentimiento el rubio de traje café se retiró dejando la puerta de mi habitación abierta, di un suspiro y mire una última vez por la ventana, no pude evitar sentirme deprimido, sin embargo hoy era un día especial así que abofeteé mis mejillas y enderece mi corbata, Salí de mi habitación con una sonrisa.

Mientras caminaba en dirección a la habitación de mi hermano el olor a camelias rondaba por los pasillos, sin duda un regalo de Arthur para los futuros novios, no pude evitar soltar una ligera risilla cuando Romano vio uno de los ramos en brazos de Antonio, su reacción abochornada al saber que no eran un regalo para él fue magistral. El ex cazador paso dos días tratando de convencer al lobo marrón de salir de su habitación.

Algunas de las sirvientas pasaron con algunos floreros, cuando nuestras miradas chocaron pude notar un sonrojo en sus mejillas, debo decir que aún es extraño ver como algunas de ellas aun intentan coquetear conmigo en especial después de que hace unos meses intentaran dispararme con una bala de plata, seguí mi camino hasta toparme con la puerta del nervioso novio. No fue necesario que tocara, la puerta se abrió de golpe y por un momento quede cegado ante la imagen de un pequeño ángel como los que adornaban el interior de la capilla de la hacienda.

-Mattie te ves...-

-¿DONDE ESTABAS?

-¿eh?

-¡¡TIENES IDEA DE TU IMPORTANTE PAPEL EL DIA DE HOY!!-

-S-solo estaba cambiándome- ¿Ahora que hice?

-¿Quién tarda 20 minutos arreglándose?-

-¡¿Disculpa?!

-¡Eres un idiota!

-¿Por tardar 20 minutos en cambiarme?...por amor de dios- tome un gran respiro para ordenar mis ideas – Mattie debes calmarte, sé que estas nervioso pero debes confiar en que todo saldrá bien.

-Y-yo...lo siento...tienes razón – gruesas lagrimas comenzaron a caer por sus mejillas mientras sus manos se abrazaban así mismo, mi lado alfa salió a flote y lo acerque a mí, deje que apoyara su rostro sobre mi camisa recién planchada, ligeros gimoteos salieron entre disculpas.

-Shh shh- lo mecí suavemente

-Lo siento Alfred...es solo que no quiero que esto se arruine como antes-

Un ligero estremecimiento paso por mi espalda al recordar el evento de los cuervos negros, la manada de Iván y ...Scott.

-Sé que tuvimos que posponer tu unión debido a lo que ocurrió, pero ten por seguro que tu hermano no permitirá que nada ni nadie arruine este momento- separe su rostro para ver sus calados ojos, su nariz estaba un poco roja y aun caían algunas lágrimas pero su rostro ya no se veía triste.

ShiftDonde viven las historias. Descúbrelo ahora