Ser presa

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Habían pasado algunas horas desde que salimos de la ciudad, mi madre había estado admirando nostálgicamente el paisaje, intente hablar con ella pero lo único que recibía eran respuestas cortas y vacías, después de varios intentos fallidos decidí rendirme, tome mi libro favorito y decidí leer un poco. Hace algunos meses llego un telegrama, que decía que se necesitaba la presencia de uno de los familiares de Óscar Kirkland, mi padre, había sido víctima de un ataque de lobos y lamentablemente falleció. Una muerte injusta para alguien que no lo merecía, mi madre fue la más afectada, su estado de ánimo y salud había decaído de golpe, en una ocasión intento suicidarse con belladona, gracias a dios Scott había llegado a tiempo y habían logrado atenderla, después de aquello tuvimos que vigilarla prácticamente las 24 horas, siempre se ocultada en el armario de mi padre abrazando alguno de sus sacos llorando desgarradoramente, sus lamentos hacían eco por toda la casa.

Que hermoso es amar de esa forma a pesar de tantos años, un amor tan puro y apasionado que te haga desfallecer con una sola mirada, te encienda con una caricia y un beso te robe el alma, siento tanta envidia y celos, porque sé que es algo que jamás podre tener ni sentir.

-Arthur...gracias por acompañarme...sé que esto es difícil-

-No te preocupes mama, a decir verdad no entiendo porque quieres recuperarte en...bueno yo...en Riverblood...-esto era incomodo- ¿no hubieras preferido otro lugar?

-Este es el único lugar donde me siento tranquila...aquí conocí a tu padre-

-Te estás haciendo daño a ti misma y lo sabes ¿cierto?-

-El olvidar sería una falta a su memoria, quiero mantener cada uno de mis recuerdos con él, eso es más que suficiente para hacerme feliz...y que mejor manera de hacerlo que en el lugar donde todo empezó-

No hablamos más durante todo el camino, no sé en qué momento me quede dormido, solo sentí el pequeño toque de mi madre mientras intentaba despertarme.

-Arthur, despierta ya llegamos.-

Estaba atardeciendo cuando baje del coche con mi madre, algunas personas comenzaron a bajar el equipaje, nunca había estado ahí, la casa era enorme, tenía un toque barroco, una fuente con algunos querubines en el medio. Un joven de cabello rubio claro con un singular mechón y ojos de un azul intenso se plantó frente a mí, vestía una camiseta corta sencilla manchada con un poco de aceite, pantalones un poco anchos, usaba gafas de montura cuadrada que lo hacían ver maduro y atractivo, tenía muy buen físico, espalda ancha, los músculos se marcaban perfectamente con la camiseta ligeramente abierta, nuestras miradas chocaron y una corriente eléctrica paso por mi columna, sentí mi cuerpo temblar, los cabellos se me pusieron de punta, mis piernas se sentían como gelatina, el corazón comenzó a latir tan rápido que sentiría que me daría un ataque, mis mejillas ardían y mis manos sudaban, dios santo era tan atractivo y sexi. Desvié la mirada avergonzado y me reproche mentalmente por pensar de esa manera.

-A-ah-...mi nombre es Alfred F Jones, Disculpen mi aspecto, los esperábamos al anochecer.- su voz era grave y sensual, solo hizo que me estremeciera.

-Mucho gusto Alfred, soy Ángela Kirkland...él es mi hijo Arthur.-

-Encantado de conocerla señora, un gusto conocerlo Arthur, su padre me hablo mucho de usted- dijo con una gran sonrisa.-Por favor síganme mi hermano Mateo les acompañara a sus habitaciones.

Al entrar a la casa me sentí dentro del museo de mi padre, donde miraras había todo tipo de muebles antiguos, algunos retratos de siglos pasados, figurillas de todo tipo, en su mayoría con formas de lo que parecían lobos.

-Si me disculpan iré por mi hermano- se fue un poco apresurado por uno de los pasillos, parecía nervioso

-Es guapo no ¿crees?-

-Supongo-desvié la mirada nervioso

-Parece que la vida en el campo le ha hecho bien-

-¡Mom!- regañe, sabía a donde quería llegar y no la dejaría.

-Solo digo lo que veo...dime ¿te gusta?-

- P-pero lo acabo de conocer-

-¿Y?

-Suficiente no quiero saber más-

-Pero cariño...yo sé que aquello no resulto como se esperaba...aquel chico no te merecía, tal vez estando aquí puedas encontrar a algui..-

-Basta, no te atrevas a decirlo, he decidido concentrarme en lo único que amo y eso es la literatura, no insistas más con esto-

-ahhh...de acuerdo-

Un incómodo silencio permaneció en la habitación, solo se rompió cuando un chico muy parecido a Alfred entro, alto, de pelo rubio muy claro a media melena de ojos azules y un pelito que le cae suelto, haciendo bucles, hacia delante. Llevaba gafas parecidas a las de Alfred. Mi madre le sonrió y saludo.

-Mucho gusto tú debes ser mateo

-U-mm...mi nombre es Matthew –

-¡Oh! lo siento-

-N-no importa estoy acostumbrado- sonrió tímido.

Sí que eran de personalidad diferente. Matthew, nos llevó a nuestras respectivas habitaciones, también nos anunció de la cena en unos minutos, puse seguro en mi habitación y me recosté en la cama, los últimos rayos se filtraban por las amplias ventanas, mire el techo pensando en todo lo que había pasado. La muerte de mi padre, la infidelidad de quien creía que me amaba, la repentina depresión de mi madre, Scott que parecía de un humor insoportable estos últimos días, respire hondo y trate de olvidar momentáneamente mis preocupaciones, me acerque a mis maletas y comencé a desempacar.

Durante la cena me entere que tanto Alfred como Matthew habían sido recogidos por mi padre, criados y educados como sus hijos, mi madre esbozo una ligera sonrisa ante ese hecho, también conocí al profesor Germania Beilshmidt, un hombre de carácter áspero y serio, y su nieto Ludwig que era su vivo retrato, Alfred, Ludwig y Matthew trabajaban en la hacienda, los dos primeros con las maquinarias que se usaban en el campo y de algunos otros trabajos pesados, Matthew era el administrador. El profesor Beilshmidt se encargaba de la educación de los tres y también de los hijos de los que trabajaban en la hacienda. Cuando la cena termino, me desvié del camino a mi habitación, quería despejarme un poco, recorrí el largo pasillo alado del pequeño jardín, la noche era preciosa, daba a los rosales un toque angelical, estaba por retirarme cuando sentí como tomaban mi brazo bruscamente y estampaban mi cuerpo contra la pared, mi mejilla dolía por la presión que hacía con la fría pared, intente moverme o hablar para pedir ayuda pero ningún sonido salió de mi boca en su lugar gemí sonoramente cuando su cuerpo comenzó a presionarse con el mío, sentía su respiración pesada en mi cuello, un escalofrió bajo por mi espalda y termino en mi miembro, las piernas me temblaban no por miedo si no por excitación, comencé a respirar rápidamente, había algo en el aire que me resultaba sofocante y caliente , su lengua comenzó a trazar una línea desde mi cuello asta detrás de mí oreja , una oleada de placer recorrió mi cuerpo e instintivamente levante mis caderas sintiendo su duro y caliente miembro en mi trasero, pareció gustarle porque comenzó a frotarse contra mi mientras succionaba el lóbulo de mi oreja, mi mente se comenzó a nublar, su mano bajo por mis caderas hasta llegar a mi entrepierna, jadee cuando sentí su mano rozar mi miembro.

-¿¡QUIEN ESTA AHÍ!? -

ShiftDonde viven las historias. Descúbrelo ahora