C a p í t u l o 3

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Así como escribió con ligereza pero con excelente caligrafía y vocabulario apropiado, le dio la carta a un criado para que haga su menester.

Pasaron las horas, y la inquietud y los nervios inundaban no solamente el corazón y las venas del señor de casa, si no también, a los de su alrededor.

Hubo un silencio durante aquella tarde, George II estaba hasta más tranquilo, se comió su merienda sin rechistar - unas galletas y una manzana - y luego jugó con sus juguetes para finalizar dando un paseo junto con Phoebe para estirar las piernas y tomar el aire.

Además, el niño de tan alto disgusto y mal estar por no encontrar a su madre, que ya estaba más calmado, pues no tenía más lágrimas para sacar.

Jonathan, sin embargo, movía sus dedos, cambiaba de posición cuando se sentaba para darse cuenta que su desasosiego dominaba su cuerpo y tenia que levantarse continuamente.

El no recibir la carta esperada de su amigo, y todas las teorías - que a causa del estrés le atormentaban con más fervor - puesto que sus teorías siempre acababan con pensamientos infortunios, algo que no podía encontrar conexión, no obstante, no había otra cosa.

Cuando la nodriza Myers llegó de hacer aquel ejercicio por el sendero junto con el niño, no hubo ruido, ni por parte de los de dentro, ni los que habían llegado.

El buen niño fue al aseo a lavarse las manos, y Phoebe con cierta alteración intento no acercarse a Jonathan, ambos no querian hablar del tema, pero los ojos de ambos expresaban y transmitían aquel dolor y desesperación por necesitar una respuesta, una aclaración.

Mientras Jonathan se sentó - ya que estaba de pie - e intentó relajarse para no alertar aún más las cosas, Phoebe siguió de pie, pensando que debía de hacer ahora o que era lo correcto de hacer en aquella situación.

¿Hablarle?, ¿preguntar?, ¿decirle como a ido el paseo?, ¿cuantos platos debía sacar para la cena?

Estaba todo en un pequeño y fino hilo, y que si no iba con precisión y delicadeza, posiblemente, se distorsione más las cosas, todos sabemos que en tiempos de crisis, das tantas vueltas a las cosas que puedes hasta no distinguir la realidad y crear escenarios imaginarios más incorrectos todavia y dislocar los asuntos.

Quien rompió el hielo fue alguien totalmente inesperado, se escuchó a lo lejos un carruaje, Phoebe con curiosidad se asomaba a la ventana, aunque con disimulo para que no la vean en el exterior cotilleando.

Al no reconocer el carruaje, supuso que era algún individuo que tenía que cruzar por estas calles para llegar a su destino o un familiar o amigo de algún vecino, por ello se fue con George II, cuando salió del baño al terminar de asearse.

Jonathan parecía que el ruido del exterior no le llamaba la atención.

Pero los criados comenzaron a percatarse debido al carruaje que frenó enfrente de la mansión.

Con rigurosa molestia y valentía avisaron con suma diplomacia al paterfamilias quien le dio igual que tuviera visita, y añadió que fueran a comprobar quien era y dependiendo de quien se tratase el desconocido lo dejaría entrar, o seguiría su rumbo nuevamente.

Dicho y hecho así fue, Myers y su querido Georgie escucharon risas y bromas de parte de Jonathan y una voz nueva varonil, la curiosidad los atrajo hasta el salón donde charlaban con amable acento los dos hombres.

Phoebe examinó al bienvenido, tenía un pelo algo despeinado - aunque se notaba que llevaba agua por encima intentando dominarlos - un pelo rubio, algo apagado y muy largo, con evidencias heridas en su cabello, pues sus puntas estaban abiertas.

Nodriza - (Jonathan Joestar) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora