C a p í t u l o 7

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Se fue a dormir Phoebe, Dio le ofreció el sofá.

-¿no lloraras por dormir en un sofá viejo, lleno de arañas, y debajo de un techo que tiene tantos años como humedad que se puede caer encima tuya verdad?

Phoebe trago saliva.

-No. -dijo muy confiada aunque por dentro sí quería llorar.

-Vaya, que invitada más barata así me gusta, que te quejes poquito. -se río Dio.

-¿no tienes más casa?

-¿alguna queja de mi hospitalidad? - pregunto amenazante.

-Solo he preguntado.

-No hay preguntas, yo he dicho que este es tu cuarto.

-pero arriba hay escaleras.

-¡sí! ¡arriba no sólo hay arañas, también ratas y cucarachas y seguramente carcomas! - sonrió.

-¿y donde duermes?

-¿insinuas que quieres dormir conmigo? -se burló- eso sería engañar a Jonathan.

-Desde luego que tienes un gran problema de comprensión.  En ningún momento dije que era amante de Jonathan y tu mismo crees que preguntó si hay más salas por si duermo contigo. ¿No será que tu eres el que quieres dormir conmigo?

-Maldita mocosa. - rechisto- no me gustan las morenas, no te hagas ilusiones.... todas sois iguales. Como os gusta haceos la difíciles.  -se quejo.

-¿entonces no hay más cuartos?

-¡¡si no estás satisfecha duermes a fuera!! -levantó la voz Dio, evidentemente harto.

-Vale... buenas noches. - finalizó.

-Por fin... - se fue sin decir nada.

Phoebe se cogió una sabana que traía en su pequeña maleta, miró por la ventana y salió por esta.

Miro la luna y se preguntaba si Jontahan también la estaría contemplando.

Se tapó con la sabana, y se sentó en la pared, así se durmió.

Pero Dio que la veía desde el balcón sintió rabia.

Rabia porque le podía pasar algo a fuera. Y rabia porque no durmió sufriendo como el quiso.

Él también pensaba todas las noches en su vida y se preguntaba que tan buen cristiano era, que tan buen ser era.

Dio no se consideraba así mismo cruel, y odiaba que las personas le tratarán con cierto miedo e inseguridad, sabia que detrás de esa valentía de Phoebe, estaba temblando.

Y eso no lo soportaba.

Porque Dio no es malo, la sociedad lo hizo así.  Eso se repetía todas las noches al recordar lo solo que vivía su vida en aquella casa, solo había vida cuando venía Erina.

Dio a veces se replanteo empezar su vida de nuevo, en ir a la iglesia de seguido, en ser más bueno, seguir el ejemplo de Jonathan. Porque a pesar de todo, Jonathan es feliz, la avaricia del rubio era lo que lo llevó a ese estado. Y el era bueno.

Bondadoso.  Sí, así se convencía.  Si el asesinó fue por que debió.  Si el maltrató, fue por defensa propia. Si el robó, fue por necesidad.  Si el mintió, fue por la situación.

No se autoengañaba, el estaba seguro. Pero su orgullo no lo dejaba en avanzar aquella idea de nueva vida acogedora.

Dio se crío en aquel barrio, vida o muerte. En eso consistía.
Siendo un abuso de su padre y criarse en el ambiente de gritos camuflado con olor de alchol, hizo soñar en tener una familia feliz, un padre y una madre que le quiera, un colegio donde aprender, amigos con los que jugar. Deseaba todo aquello que nunca tuvo.

Al tener la oportunidad, su maldad creció.  Tenía envidia de su hermano adoptivo: Jonathan Joestar,porque fue bendecido al nacer, y quería hacer que sufra todo lo que el tuvo que pasar en Londres. De mientas, aprovecharía toda oportunidad para ser el favorito y tener todo el dinero de la herencia. El dinero da la felicidad, eso pensaba un Dio de 12 años.

Ahora como joven adulto dudaba de ese razonamiento.

Hizo cosas crueles, como asesinar al hombre que le dio de comer, que le aceptó a pesar de todos los prejuicios que habían atrás, pues su padre, Dario Brando robó el anillo con intención malévola y no era ningún tipo de preocupación y buen gesto.

Dio le gustaba a Erina, y estaban juntos, sin embargo, los padres de Erina no aceptaron la relación, no quería que su hija estuviera con alguien adoptivo que sus orígenes eran de los rangos más bajos. Querían que estuvieran con Jonathan.

Erina no rechistó, pues el dinero vale más que el amor.

Dio tras acabar en la cárcel por el asesinato ya citado, salió y vivió en la casa actual, hasta que el destino la volvió a juntar con Erina.

La relación con su hermano se rompió desde que George falleció. Nunca más se vieron.

Pero una tarde Erina paseaba para ayudar a su padre, y ahí el pecado surgió, siendo una visita recurrente y cada vez más largas sus visitas.

Ahora dudaba si realmente era feliz así.

¿Acaso estando entromentiendose en un matrimonio con un hijo esta bien?

Al principio se insultaba así mismo creyendo que era un monstruo, y que era horrible mantener relaciones extramatrimoniales y el ser participe de ello, pero enseguida su mente lo calmaba y le convencía de que no era su culpa, era de Erina que accedía.

Sucesivamente procedía estás situaciones, que a Dio le daba mareos, pues era inevitable no poder sentir incomodidad.

Y ahora Phoebe venía, una chica como él, y tuvo una familia y vivió feliz gracias a Jonathan.

Vio que diferentes eran sus vidas.

Él pudo ser igual de feliz, pero la avaricia lo hizo terminar de aquel modo, Phoebe era pura y con una rebanada de pan estaba satisfecha. Esa es la diferencia entre ellos dos.

Crecieron en el mismo lugar, pero sus comportamientos los llevaron a diferentes caminos.

Dio bajo y abrió la puerta con cierto pesar, y se puso delante de Phoebe, quien estaba echa una bola con la sabana.

-Eh, despierta. Entra dentro, eres una imbécil, te crees todo lo que te digo...

No hubo ninguna respuesta, la calle estaba sospechosamente silenciosa.

-¡Phoebe, por el amor de Dios, mueve tu trasero! - alzó más la voz.

Se fijo en su rostro, estaba muy pálido.
Dio se alertó por no recibir ninguna respuesta.

-¡Phoebe! -la meneo, tocó su mano ansioso y estaba tan fría como la muerte que le esperaba- ¡Phoebe, abre los ojos! ¡maldita sea! ¿¡que demonios te sucede?!.

Creyó que se había congelado por su poca ropa, pero no hacía mucho frío, ni siquiera era la temporada y lo descartó.
Comenzó a pensar que murió de algún ataque del corazón.

-¡Phoebe abre los ojos, ¿como le digo a Jonathan que estas muerta?! - los ojos marrones se humedecieron.

En aquella lamentacion, la tomó estilo nupcial y de la sabana, una araña muy gorda y negra, como un carbón ligero, se deslizó con un hilo audaz que hizo al momento para bajar al suelo.

Entonces lo comprendió, tenía veneno.

La llevo a la habitación donde era usual que se quedara Erina, y vio su cuello muy inflamado.

Dio entró en una crisis, pues no sabía a quien llamar, ni sabía cómo quitar veneno.

Se acercó a su pecho y oyó la canción de la esperanza, su corazón latía lentamente.

¿Conocía algún médico?

Solo el padre de Erina.

Nodriza - (Jonathan Joestar) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora