C a p í t u l o 8.

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¡Ya tengo las historias acabadas, anunció que esta historia contendrá 12 capítulos exactamente!

Dio ante la desesperación el único buen médico que conocía, que no engañaria, y le daría una verdadera solución no era otro que Thomas Pendlenton, el padre de Erina.

La montó en su caballo, ya que carecía de carruaje, y fue tan rápido como pudo, evitando a toda costa que cualquier mendigo le despiste en sus asuntos.

Al llegar, como era de esperar la clínica estaba cerrada, y el edificio de arriba ya que compartia local, estaba con las luces apagadas, es decir, Thomas estaba durmiendo.

Dio ató al caballo en la farola y tocó la puerta con agitación mientras tenía tomada a Phoebe.

-¡Thomas, Thomas Pendlenton, abre la puerta, es urgente! - juraría que si no le abria en aquel instante, el mismo rompería la puerta y obligaría mediante a amenazas a curarla.

No podia morir, no ahora que comenzaba el juego y no le contó toda la historia.

Una luz de la ventana de arriba se encendio, se escuchó el sonido de unas pantuflas andando por toda la casa, y al bajar las escaleras el sonido se hacia más cercano y se oía como rechistaba.

Abrió la puerta un hombre regordete, con una calva redonda, pero cerca de la nuca y las patillas conservaba el pelo negro, unos ojos azules todavía cansados, sus párpados se caían.

Tenía una camisa blanca y una bata azul que le abrigaba.

-¿que demonios pasa? - se quejo somnoliento.

-Le a picado una araña, ¡ayúdala! - mostró a la mujer.

Enseguida sus ojos se agrandaron y se remango las mangas de su bata.

-¡pasa, pasa! Esto no es una tontería, el veneno es tan difícil como rápido en entrar en un cuerpo, es algo que te elimina al completo. -cerró la puerta una vez que entró y se dirigió a la clínica, donde se cambió la ropa con ligereza.

Dio le siguió sin decir ninguna palabra, lo bueno de Thomas, es que era un médico que hacía las cosas por placer, de verdad le gustaba salvar vidas, no siempre pensaba en el dinero, al contrario que su hija, quien le reprochaba por no cobrar a aquellas personas pobres que rescataba.

-Desnudela y acuéstala en la camilla ¡Vamos! - se puso unos guantes mientras preparaba las herramientas.

Dio obedeció, quitando su vestido y delantadal y la acostó en la camilla.

-¡Dichoso sea el picotazo! Le a insertado bastante veneno... debe de haber estado enreado en algún lado y se a molestado bastante el bichajo para haberle echo esto... tiene el cuello hasta la clavícula muy inflamada.... ¿cuánto tiempo lleva así?-comenzó a palpar el bulto.

-Hace unos minutos, no es de días,  justamente esta noche... - Por primera vez Dio se preocupaba de verdad, sintió como un sudor frío se almacenaba en su frente.

-Esta bien... será fácil de estirpar... - sujeto un bisturí- recomiendo que te marches, hoy pasará la noche aquí.

Dio confiaba plenamente en el, y le obedeció.

A la mañana siguiente, Dio estaba ya tocando la puerta, eran las cinco de la mañana, y esa noche no pudo dormir nada, solo pensaba en la salud de Phoebe, se sentía en cierto modo culpable. Si no hubiera sido tan duro con ella, no habría salido a dormir en medio de las calles, de las calles bajas llenas de plagas y suciedad, de ladrones y asesinos.

Thomas le abrió la puerta.

-¡Ah eres tu! La verdad esque menos mal que la trajiste justo a tiempo, el veneno se estaba esparciendo hacia su pecho incluso... por suerte...! - le llevo a la clínica.  - El bulto a menguado y no está rojo, gracias a la pomada y la extirpación pudo salir todo...

Nodriza - (Jonathan Joestar) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora