VIII

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JENNA

- ¿Qué pasa, chicos?

Era lunes por la mañana. Tras colarme entre multitudes de adolescentes que hablaban en grupos, ocupando todo el sitio del pasillo, localicé a Kyle y Lydia, que se encontraban reunidos junto a la entrada del aula en el que nos tocaba a primera hora.

- Todos hablan sobre la fiesta- resopló Lydia, rodando los ojos con exageración mientras se apoyaba contra las taquillas. Su rostro volvía a estar radiante, con los labios pintados con un rojo suave, y el cabello perfectamente peinado, nada que comparar con el aspecto que había tenido en la fiesta.- Poco después de marcharnos empezó lo verdaderamente interesante, ¡y nos lo perdimos!

Kyle metió la cabeza en su taquillero, rebuscando en el interior sus libros, y dejándome a sí con el marrón de lidiar con los dramas adolescentes de la muchacha.

- Tendrás oportunidad de ir a otras fiestas- le aseguré, guardándome el teléfono en la mochila junto con los auriculares.- De todas formas, con lo mal que te encontrabas no lo habrías disfrutado igual.

- Ya sí, tienes razón... En serio, creo que me metieron algo en la bebida- suspiró la pelirroja.- Era como si alguien controlase mis sentimientos. Me puse súper deprimida, ¿verdad?

Crucé una mirada con Kyle, que ya había cerrado la puerta de la taquilla, y mordí mi labio con suavidad.

- Lo importante es que ahora estás bien- me apresuré a decirle con una sonrisa, poniéndole la mano en el hombro para guiarla hacia clase, pues el timbre acababa de sonar.- Vamos, tenemos matemáticas.

Empujé a Lydia por la puerta, y cuando entré Kyle se adelantó, colocándose junto a mí.

- ¿Estás bien?- alcé una ceja ante su comportamiento extraño, viendo que jugueteaba con sus manos y que sus mejillas se habían sonrojado.

- Quería pedirte algo...

Fruncí el ceño, deteniéndome junto a su mesa y apoyando las manos en ella. Él dejó la mochila colgando en la silla, y comenzó a sacar el libro de matemáticas con nerviosismo.

- ¿Qué pasa, Kyle?

- Crees...- carraspeó, aclarándose la garganta, mientras yo esperaba, expectante- ¿crees que podrías enseñarme a pelear?

- ¡Chicos, sentaos!- la profesora de matemáticas acababa de entrar en la sala, cerrando la puerta detrás de ella. Alcé las cejas ante la petición de Kyle, y una pequeña sonrisa se me escapó.

- ¿Era eso? ¿Quieres aprender defensa personal?

Kyle asintió, algo avergonzado.

- De acuerdo, le diré a Kaleb que nos entrene a los dos- respondí al fin, mordiéndome el labio cuando la profesora me fulminó con la mirada al verme aún de pie.

***

- ¡Oye!

Me detuve junto a los bancos, con la toalla alrededor de mi cuerpo, paralizada. Aquella mañana, al ver a Mara Fox sentada en su pupitre en clase, había recordado la conversación que mantuve con mis hermanos. Aún no había hablado con Kyle sobre el asunto, no le había contado que la madre de Mara fue víctima de los Shinigami hacía cuatro años.

Con el paso de las clases había apartado el asunto a una esquina de su cerebro, centrándome en las complicadas materias que impartían en aquel instituto, o al menos lo hice, hasta que después de gimnasia, me la encontré hurgando en mi taquilla.

- Es mi taquilla- le dije, intentando que mi voz no temblase, y la señalé con un dedo. Mi corazón no latiría tan rápido como para huir en cualquier momento si no tuviese ahí dentro, en mi mochila, todos los papeles de mi propia investigación de los Shinigami y el demonio de Kyle.

CAZADORES DE DEMONIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora