XXI

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JENNA

- ¿¡Qué te ha pasado?!

Todo el aire abandonó mis pulmones en el momento en el que la vi apareciendo por el pasillo. Su aspecto era aterrador, con el cabello despeinado, los ojos rojos e hinchados, y la piel de los puños rojiza e irritada, como si hubiese pasado un rato pegando puñetazos a un saco de boxeo sin utilizar guantes o protección.

- Una crisis existencial- murmuró, con ironía, apartándome con brusquedad cuando traté de acercarme. Dedicó una mirada vacía a Lydia, como si realmente no la viese, y después volvió a centrarse en mí, haciendo una mueca espantosa.- Que no te engañen, Jenna, cambian de forma- suspiró.

Asentí con la cabeza, indicándole que ya lo sabía; todo estaba ocurriendo demasiado deprisa, y la tensión y el estrés me impedían pensar con claridad.

- Mi hermano...

- Sea lo que sea, encárgate- asintió, pasándose una mano por el rostro. Lydia se había callado de golpe, y nos miraba alternadamente con el rostro perplejo y pálido, como si todos nos hubiésemos vuelto locos. Y tal vez era así.

- ¿Estaréis... bien?

- Mejor que nunca- resopló entonces, sin perder su ironía aún después de todo por lo que parecía haber pasado.- Me llevaré a Lydia a la habitación, y... tendremos una charla.

- N-no...- la pelirroja de pronto reaccionó, abriendo los ojos desmesuradamente.- ¡Diablos! ¿Se puede saber qué coño está pasando? ¡Tenemos que avisar a los profesores!

- ¿Avisarles de qué, eh?- resopló de nuevo Mara, antes de que yo pudiese empezar a hablar sin ni siquiera saber qué decir.- Lo que sea que Jenna tenga que solucionar con su hermano, no es asunto de los profesores.

- P-pero, ese hombre...

- No es nuestro asunto- repitió la chica con todo convencimiento.

- P-pero...

- Vamos- Mara agarró a la muchacha del brazo, tirando de ella con firmeza.- Iremos a nuestra habitación. Nos vemos luego, Jenna...

Por un instante, sólo pude ver como ambas se alejaban hacia la entrada. Mara caminaba con calma, arrastrando a Lydia como si nada hubiese ocurrido, cuando en realidad, miles de cosas debían haberle pasado en ese tiempo en el que estuve encerrada en el comedor.

Para descubrir que los Shinigami cambiaban de forma, ella debía haber tenido un enfrentamiento con uno de ellos.

Ella debería estar asustada. Se ha enfrentado a demonios, debería aterrarse, debería querer huir...

Y tal vez, así era. Tal vez Mara estaba muerta de miedo, pero seguía adelante porque no le quedaba otro remedio.

Pero no puedo pensar en eso ahora. Necesito... necesito encontrar a mi hermano.

***

Apreté los dientes, pero el golpe en mis rodillas cuando tropecé en las escaleras y caí ni siquiera dolió. Odiaba cuando, en las películas, los protagonistas huían por el bosque y tropezaban con una rama o una piedra, cayendo y perdiendo un tiempo esencial que les podría haber permitido huir del asesino. Me parecían escenas estúpidas, escenas cliché, pero ahora entendía que no eran tan desacertadas. Nuestro cuerpo tenía un límite a la hora de controlar sus acciones, y cuando la mayor parte de los esfuerzos estaban puestos en evitar sufrir un ataque de pánico, detalles como el equilibrio perdían importancia.

Llegué a la puerta que daba a la azotea con la respiración entrecortada, y con un calor horrible trepándome por la espalda a pesar de que sentía el cuerpo frío. El corazón me palpitaba demasiado rápido, y necesité un momento para accionar la manilla de metal y empujar aquella roñosa puerta hasta que se abrió.

CAZADORES DE DEMONIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora