XXV

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JENNA

Lo que tenía viajar tanto era que, en realidad, nunca llegabas a sacar todas las cosas de las cajas empacadas. Las apilábamos en una esquina, o en una habitación vacía, prometiéndonos que algún día las abriríamos y ordenaríamos lo que había en su interior, pero, después, nunca lo hacíamos.

Pero hoy, al fin, había llegado el momento.

La habitación olía a cerrado, y ya había una fina capa de polvo sobre las tapas de las cajas de cartón que contenían todos los trastos que por lo general no necesitábamos para nada, pero de los cuales no nos podíamos desprender.

- Fíjate...- una sonrisa nostálgica se me había escapado cuando del fondo de uno de los baúles, saqué un viejo marco de fotos. En la imagen yo apenas tendría cinco años, y llevaba un gorro de lana azul mientras papá me sostenía en brazos. Por aquel entonces Kaleb y Frey eran bastante parecidos entre ellos, y ambos sonreían a la cámara con expresiones traviesas.

Frey sostuvo el marco con ambas manos, pero no dijo nada. Posiblemente aquella imagen le traería más recuerdos a él que a mí, que ni siquiera era capaz de reconocer el lugar en el que nos la habían tomado.

- Toma- me la devolvió, evitando cruzar su mirada con la mía, y siguió con el trabajo de rebuscar entre las cajas. No pude evitar observar que sus ojos estaban húmedos, pero, como él no dijo nada, yo tampoco lo hice.

Al cabo de un rato, el Pentaminó apareció, guardado en una caja de madera con los bordes tallados con detalle. Contuve el aliento mientras mi hermano movía el seguro y levantaba la tapa.

- Nunca pensé que le daríamos uso a esto- comentó Frey, sacando el objeto de su cofre y dándole vueltas entre sus manos. Su rostro parecía haber recuperado algo de emoción.

La Configuración Pentaminó era, en última instancia, una prisión. No existían demasiados, dada su complejidad y su dificultad a la hora de crearlos. El nuestro había sido diseñado por el abuelo de nuestro padre, hacía más de cien años. Cuando estaba abierto tenía una forma irregular; cubos colocados uno sobre el otro sin aparente patrón. Sin embargo, una vez se cerraba, conformaba un cubo perfecto, lo suficientemente pequeño como para ser sostenido con una sola mano. Dado que cada fragmento llevaba en su interior cenizas de saúco, entre muchos otros compuestos, cuando se cerraba impedía la salida del demonio, lo que lo hacía la prisión ideal.

- Recuerdo que papá me habló sobre el Pentaminó cuando era pequeña- dije, cogiendo el objeto que mi hermano me pasaba.- Me explicó cada una de las piezas, la importancia que tenían, cómo se complementaban entre ellas, en equilibrio, para poder dar lugar luego al cubo perfecto... pero tengo que admitir que por aquel entonces, no entendía nada de lo que decía.

- Posiblemente ahora tampoco lo harías. Muy poca gente llega a comprender cómo funciona realmente una de esas Configuraciones. Por eso nadie las fabrica.

- Pero aunque sea vieja... seguirá funcionando, ¿verdad?

Frey tardó un momento, pero terminó asintiendo.

- Sí. Lo hará.

Un insistente timbre en nuestra puerta hizo que ambos nos sobresaltásemos. Me puse en pie con dificultad, pues los pies se me habían entumecido de tanto tiempo sentada en el suelo, y avancé hasta la puerta de la habitación esquivando las cajas que habíamos dejado desparramadas aquí y allá.

El timbre volvió a sonar una vez más mientras yo avanzaba por el salón.

- Kyle- murmuré, aturdida, cuando al abrir la puerta lo vi parado en el umbral de la puerta, y recordé de golpe las muchas llamadas perdidas a las que no había dado respuesta.

CAZADORES DE DEMONIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora