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Me doy golpecitos en la mejilla con mi lápiz mientras miro a mi alrededor buscando un sitio cómodo para ponerme a dibujar. No viajo sin mis utensilios, además, este lugar es de perfecta inspiración para crear. El aire fresco, la vista amplia al mar, el cielo tan perfectamente despejado con nubes blancas, el buen ambiente dentro del lugar.

Hace siete días que me subí a este Crucero y desde entonces no había pintado nada. Y exactamente cinco días que llevo evadiendo el contacto con "el coqueto doctor" como lo ha bautizado Anabela.

Me alejo de cualquier mirada, intento de cercanía y espacio cerrado junto a él. No es solo su coqueteo es el que me hace huir sino la sensación que eso me provoca. Cada que lo tengo enfrente y su mirada se cruza con la mía siento una oleada de nervios que si fuera descarga eléctrica pudiese dejar sin luz a medio Vancouver. ¿Por qué no ceder cuando me siento así? Fácil, porque no quiero sentirme de esa manera. No quiero sentirme atraída de esa forma. Las palabras de Matthew fueron ciertas cuando dijo que me sentía atraída por su mejor amigo.

Al final ese japonés tenía la razón.

Pensé que las atracciones carnales instantáneas solo eran ficción de novelas pues la cachetada que me está dando la vida es muy fuerte ante la claridad del asunto.

Mi relación con William comenzó totalmente diferente, fuimos el típico cliché de los amigos que se enamoraron al pasar un tiempo, todo fue muy claro, al contrario de esta sensación de querer y no querer al mismo tiempo. 

Nada fue como estas ganas de caer en la enorme tentación que se me impone llamada Axel Powell. 

Destino. ¿Por qué juegas así conmigo? ¿Por qué me pones en esto?

¿Qué pasaría si cedo? ¿Qué pasaría si simplemente me entrego a su brazos? Tal vez es una riesgo que debo tomar para probarme a mí misma que debo separar las hormonas del corazón, aprender a que no deben ir de la mano. No estoy acostumbrada a este liberalismo.

Mientras estaba en mi encrucijada mental continuaba caminando por el barco. Paso por la alberca donde encuentro a los más pequeños de este viaje jugando en el agua con sus padres y sonrío, se muestran tan inocentes y despreocupados. Me cacheteo mentalmente y rodo los ojos, ni que mi problema fuera tan grande. Siento que me voy a ahogar en una tormenta hecha en un vaso de agua por mi inmadurez.

En la cubierta que lleva al salón de baile me encuentro a Fred sentado en una de las sillas de fuera, la mesa a su lado tiene una taza de café y en sus manos tiene una revista veraniega.

—¿Tomando el sol desde temprano?—dudo llegando a su lado, levanta su mirada y me sonríe.

—Buenos días, Alessia.

—¿Puedo acompañarte?.

—Por supuesto—me siento en la silla que está al otro lado de la mesa—¿Desayunaste?—asiento—Es raro verte caminando sola y tan temprano.

—Desperté temprano y quise salir a dibujar, Anabela sigue durmiendo.

—Esa chica se parece más a Matthew de lo que imaginé—dice y río—Ayer bailaron hasta el cansancio que hoy ni siquiera pueden levantarse.

—Se complementan muy bien, ambos se divierten juntos.

—Mi hijo es algo inmaduro y desequilibrado pero es agradable. Debo darle unas buenas reprimendas de vez en cuando—toma su taza y da un sorbo del café—A veces dice estupideces.

—Matt es un chico genial. No seas tan duro con él.

Suelta una pequeña risa

—Suenas igual a Axel.

Amor a primera mentira [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora