Capítulo 6

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Sirius se movió con rapidez cuando se dio cuenta que ambas pelirrojas se alejaban de ellos. Lily le lanzó una mirada mortífera mientras ayudaba a Rhea a sentarse en la otra punta de la gran mesa.

—Escucha, Lloyd —dijo el pelinegro acercándose, la aludida dejó escapar un suspiro y se sentó en la nueva posición.

—¿Qué necesitas ahora? —preguntó Evans en su lugar.

—Hablar con ella —contestó a la defensiva.

—Tendrías tiempo de haber hablado con ella si hubieras cumplido tu castigo.

—Eso trato de decir —dijo alargando la "i" y golpeando su pie derecho como si fuera un niño pequeño en mitad de una rabieta—, déjame hablar con ella para poder cumplir mi tarea, ¡demonios!

Desde lejos se podía notar cuán protectora se había vuelto la hija de muggles con Rhea. Ésta última sintió extrema curiosidad ante la última oración dicha por Black, con un pequeño apretón en el brazo de Lily, Rhea consiguió que se calmara.

—¿Ahora quieres cumplir tu tarea? —soltó Lily.

—Déjalo hablar, sigue siendo su castigo después de todo —soltó la contraria en un suspiro.

Aunque no podía ver donde estaba, el llamativo olor que emanaba Sirius era bastante fuerte por lo que no tuvo problema alguno en localizarlo, pronto dirigiendo sus blancas cuencas en dirección al varón. Sirius parecía un cachorro al que le acababan de dar un juguete nuevo en cuanto se dio cuenta que Rhea aceptaba escucharlo.

—De acuerdo, bien. Sé que no he hecho bien mi castigo y que debería haberlo hecho porque fue, en parte, mi culpa que estes así, así que quiero recompensarte y ayudarte en serio ahora.

La conversación entre los leones era demasiado interesante como para que el comedor emitiera ni un solo sonido que no fueran las voces de ellos, la curiosidad y el chisme eran mayores que sus ganas de socializar. Pero no era un silencio pesado, sino el típico silencio que te encuentras en una obra de teatro, los ojos siempre atentos a la escena representada.

Rhea quedó en silencio cuando el pelinegro terminó de hablar; Lily lo observaba con sus ojos entrecerrados mientras desconfiaba. Aquella actitud no era común en Sirius, aquellas palabras no emitían nada bueno, pero era Rhea la que debía decidir, no ella. Lily solo era su amiga y la ayudaba, no tenía derecho alguno en las desiciones de ella con respecto a todo lo acontecido con sus ojos y el castigo de Sirius, pero también tenía el derecho a desconfiar del contrario aunque no interviniera en lo que Rhea diría.

Lloyd era observada, podía notar los ojos clavados en su cuerpo sin vergüenza alguna, y por primera vez desde que perdió la vista se sintió extremadamente cohibida; James observaba desde el lugar en el que se encontraba al principio, apenas se había movido mientras que, junto a Peter y Remus, miraban la escena con expectación. La actitud de él tampoco le produjo confianza a Lily.

—¿Por qué el cambio repentino? —preguntó Rhea en un hilo de voz tras varios segundos callada. Lily Evans celebró ante lo dicho, ella también sentía curiosidad.

—Es sólo que es el castigo que Dumbledore me puso por lo de tus ojos —contestó luego de pensar largo y tendido—. Oye, en serio, Lloyd, quiero hacerlo. ¿No se supone que debo ser yo quien te ayude durante todo el día? Pues déjame ayudarte.

Estaba claro que Rhea vacilaría, incluso a ella que no había tenido relación alguna con Sirius antes del accidente sabía que esas palabras sonaban extrañas. Pero juzgar a alguien de primeras era algo que no le agradaba demasiado.

El suave cabello de la pelirroja se movió delante de su pecoso rostro cuando ésta asintió, consiguiendo que la atención del comedor hacia ellos se dispersara y que Sirius soltara un suspiro aliviado, como si hubiera dejado de respirar mientras esperaba la respuesta.

—Una última oportunidad —su voz retumbó en los oídos del contrario—. Si no puedes ser lo suficientemente maduro, aceptar las consecuencias de tus actos y ayudarme correctamente, le pediré al director que me asigne a Lily hasta que pueda recuperar la vista.

Lily quería ponerse en pie encima de la mesa y aplaudir a su compañera, su voz no vacilaba mientras decía aquellas palabras y eso llenó de alegría a la leona. Aunque fuera en contra de su voluntad y obligada, Rhea parecía romper su extraño caparazón a medida que los días pasaban. De no hablar con nadie y lucir como un fantasma, pasó a poder hablar largas oraciones en público (como ahora mismo).

—No será necesario —aseguró el pelinegro.

Sirius se puso en pie, acomodó a duras penas su desordenado cabello y dio la vuelta a la mesa de Gryffindor para quedar junto a Rhea.

—Lily, ya puedes irte con James. Yo me encargo de Lloyd ahora —con un gesto de manos, Sirius la echó.

Lily parecía muy reacia a dejarla ir, más el rostro tranquilo de la contraria consiguió que sus dudas se disiparan. La hija de muggles asintió y se alejó, sentándose a mitad de camino, lejos de James Potter. No obstante, James se movió rápidamente para colocarse delante de la chica de (según él) sus sueños.

Como Rhea ya había terminado su desayuno, el pelinegro rápidamente le ofreció su brazo izquierdo para que ésta lo agarrara y así guiarla por el pasillo hacia la clase que compartían juntos. El rápido movimiento del león hizo que la chica saltara del susto, su corazón latiendo ante la sorpresa. Rhea tomó el brazo algo desconfiada, pero en cuanto notó que Black no la soltaría, pudo relajarse ligeramente.

Lily Evans observó como el dúo salía del gran comedor tomados del brazo: Sirius con sus hombros hacia atrás y la barbilla en alto, todo lo contrario a Rhea quien caminaba con la cabeza gacha y ligeramente encorvada. En cuanto las dos figuras desaparecieron de su campo de visión, Lily se giró hacia James de mala gana.

Solo Remus divisó la figura del hermano menor de Sirius salir detrás del par.

—No sé qué estáis tramando —comenzó a decir Evans, ignorando la cara de embobado que tenía James mientras la observaba hablar—, pero volvéis a hacerle daño a Rhea y os juro que el Bosque Prohibido será minúsculo para que os podáis esconder de mi.

—¡Y con carácter! Cada día me gustas más, Lily.

Lily rodó los ojos, exasperada y algo agotada del comportamiento de James. Con una última advertencia, la pelirroja se puso de pie y salió del comedor en la dirección en la cual el dúo había desaparecido antes. Remus se acercó al azabache, seguido de cerca por Peter quien no había pronunciado palabra alguna desde que todo el diálogo había comenzado.

—No confía en nosotros —aclaró el castaño—, y no es para menos. Espero que Sirius no estropee nada.

James se recostó sobre la mesa, curvando el lado derecho de sus labios hacia arriba mientras miraba seguro a Remus.

—No va a estropearlo.

—James, es de Sirius de quien estamos hablando.

El nombrado soltó un bufido extraño.

—Venga ya, ten al menos algo de confianza en nuestro amigo.

—Es porque es nuestro amigo que no me fío de él —explicó el licántropo.

—No creo que pueda estropearlo más de lo que ya lo ha hecho —dijo James.

Dejando de comer y tragando lo que su boca tenía, Peter habló por primera vez:

—Te sorprendería.

OJOS CIEGOS ➪ Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora