Capítulo 1

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Las clases habían comenzado apenas dos semanas atrás y el número de tareas ya se había amontonado frente a una delgada joven de anaranjado cabello.

Los pergaminos estaban colocados a lo largo y ancho de una mesa al final de la biblioteca, donde parecía que solo ella se sentaba. Su pluma mojada en tinta seguía deslizándose sobre el pergamino, mostrando una caligrafía fina y hermosa. Los ojos de la adolescente se movían desde su libro hasta su pergamino y viceversa, una y otra vez, procurando evitar cualquier error en el papel.

Rhea Lloyd mantenía su espalda firme, sus rodillas estaban juntas y su corbata recta mente colocada en el centro de su pecho. A Rhea le gustaba la perfección visual, que las cosas estuvieran en su lugar y agradablemente colocadas.

Más nadie sabía de esto, la chica no tenía amigos. Su excesiva timidez le impedía hablar más de dos palabras con alguien, ni siquiera los profesores habían conseguido sacarle una frase completa a la joven Lloyd. Rhea guardaba sus palabras, su voz había sido escuchada tan rara vez que incluso había alumnos que durante el primer año de curso se preguntaron si tenía voz de bestia. Sin embargo, al pasar de los meses, Rhea seguía sin hablar y el interés de la gente decayó con una rapidez inhumana.

La fémina agradeció la carencia de aquellas incómodas miradas en su persona.

Comenzó a comer sola, estudiar sola y sentarse sola, la única estancia en la que era obligada a compartir palabra con alguien era su habitación. No obstante, aún evitaba hablar con ellas lo más que pudiera, levantándose temprano y yéndose a dormir la última.

Lily Evans había estado observando a la chica desde su primer año como compañeras de cuarto, había intentado entablar conversación con ella un centenar de veces y en todas falló miserablemente. Lo único que alguna vez había recibido era un seco y casi inaudible «mi cama es la del fondo» al principio del primer curso, siendo las únicas respuestas restantes simples asentimientos de cabeza o ligeros sonidos de garganta.

La pelirroja Evans fue notificada por una de sus amigas que era la hora del almuerzo, haciéndola recoger el desorden que tenía sobre la madera y levantarse. Dudó bastante en si ir o no a avisarle a su compañera de habitación sobre la hora, tras varias largas al fin comenzó a caminar hacia Lloyd.

Un ligero olor a fuerte tinta inundó sus fosas nasales cuando estuvo a dos pasos de la pelirroja, Rhea no se inmutó.

—Lloyd —llamó con un suave tono la hija de muggles. Dos pares de pequeños ojos negros se alzaron para encontrarla—. Es la hora del almuerzo, apresúrate o te lo perderás.

Rhea asintió, algo cohibida por la presencia de la contraria.

No fue hasta que Lily Evans abandonó el lugar que Rhea pudo respirar aliviada, siguiendo por recoger y organizar su tarea antes de salir de la biblioteca en dirección al gran comedor.

Un adolescente de desordenado cabello llamado James Potter caminaba aquella mañana con uno de sus brazos sobre los hombros de su buen amigo, Remus Lupin. El castaño acababa de salir de la enfermería hacía apenas unas horas y el azabache ya lo estaba arrastrando hacia el comedor, en donde Sirius Black y Peter Pettigrew los esperaban para idear su siguiente broma.

Las heridas de Lupin no eran muchas de momento, sin embargo eran profundas. La mayoría habían sido cerradas, dejando cicatrices a su paso, pero la molestia y picor aún hacían acto de presencia en el cuerpo del león.

Fue empujado por James hasta estar frente al pelinegro, el plato frente a él fue llenado con distintos tipos de comida hasta que éste rebozó.

—Es suficiente, James —avisó Lupin al notar que el azabache seguía buscando bollos de canela para colocar en el plato.

Sirius Black dejó de sonreír a dos alumnas de quinto año de Ravenclaw y centró su vista en su recién dado de alta amigo.

—Remus, amigo, te ves horrible —exclamó el joven Black—. ¡Come un bollo de canela!

Con la comida estampada en su rostro, Remus suspiró algo cansado mientras oía a los otros tres reír.

—¿Qué desastre planeáis hacer ésta vez? —el hombre lobo prefería ir al grano para estar curado de espantos cuando las cosas comenzaran a ir mal.

Black y Potter se sonrieron antes de formar una especie de piña entre los cuatro.

—Argus Filch es nuestra víctima —cantó Sirius, soltando una escandalosa risa.

—Hemos descubierto que hay una sala vacía con utensilios de limpieza muggle de camino a la biblioteca —comenzó a contar Pettigrew.

Potter continuó: —Vamos a esconder ahí unas bombas caseras y probaremos la poción que estuvimos perfeccionando estos últimos días.

—Con suerte, conseguiremos que a Filch le salgan orejas de gato —finalizó Black—. Adoro verlo rabiar, ¿os lo imagináis cuán rabioso estaría con orejas rosas de gato?

James y Sirius comenzaron a reír nuevamente, visualizando la victoria de su broma.

—¿Estáis seguros de que esto saldrá bien?

Remus confiaba en sus amigos.

Pero a la vez no lo hacía, mucho menos cuando se trataba de bromas en las que en su mayoría había una gran probabilidad de fracasar.

— ¡Por supuesto! James, Peter y yo ya hemos preparado todo, sólo hay que esperar a la hora del almuerzo, cuando todos ya estén en el comedor  para realizarla.

—¿Cómo sabéis que Filch estará allí? —preguntó esta vez, Pettigrew.

—Porque lo haremos ir hasta allí.

Tras lo dicho por Sirius, Lupin soltó un largo suspiro y prosiguió a desayunar con tranquilidad, esperándose lo peor de aquella broma.

A la hora del almuerzo, todos salvo los cuatro merodeadores se encontraban en el gran comedor. Lily Evans fue la última en pasar por el pasillo de la biblioteca y tanto Pettigrew como Lupin tuvieron que evitar que James se fuera detrás de ella cual perro en celo.

Los adolescentes se habían escondido tras un muro, confiados de que su plan saldría a la perfección. Esperaban escuchar los pasos de Filch antes de activar la cuerda del extraño mecanismo que había construido Sirius,m y que activaría las bombas.

—¡Muévete, Peter, me estás pisando el pie! —susurró James tras el muro.

—Pero si yo estoy detrás de Remus —se defendió el más bajo.

—¡Silencio! Ahí viene.

Los pasos de escucharon y Sirius tiró de la cuerda en su mano.

Rhea Lloyd abrazaba los pergaminos contra su pecho, caminaba con calma en dirección al comedor mientras oía a su estómago gruñir por comida. Un extraño click la hizo girar hacia una puerta de madera frente a ella, la cual milésimas después explotó contra ella. Las astillas se clavaban en su cuerpo, haciéndola quejar; los pergaminos que había ordenado y abrazado con tanto empeño habían salido disparados hacia el techo y ahora caían lentamente hasta quedar dispersos por el suelo de piedra.

Sus ojos ardían y un líquido comenzó a tornar su vista de color rojo antes de convertir su paisaje en negro, cayendo desmayada con un golpe seco.

Los merodeadores estaban congelados al ver a Argus Filch parado frente a ellos con su vieja gata en brazos, mirando la escena detrás de los adolescentes antes de salir corriendo a buscar al director.

Remus tragó en seco, siendo el primero en atreverse a mirar.

Donde se suponía que debía estar Filch, había una joven y delgada pelirroja con el uniforme de su casa tirada en el suelo con su rostro cubierto de sangre.

OJOS CIEGOS ➪ Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora