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— Hermana, ¿quieres salir a jugar? — preguntó un pequeño de cabellos rubios y ojos verdes, quien quería ver a su hermana nuevamente.

Volvió a tocar la puerta de madera con suavidad, esperando que su hermana mayor respondiera a su llamado, pues la extrañaba al no verla desde el funeral de su madre.

— Por favor, ________

— ¡Ya déjame en paz! — le gritó la de ojos azules, siendo que jamás en su vida le había alzado la voz a su pequeño Adrien. —, no quiero jugar, no te quiero hablar...

El menor se fue con la cabeza gacha, con sus peluches en mano, su lindo gatito negro y el favorito de su hermana, un pajarillo azul.

Adrien pasó por el despacho de su padre, el cual estaba con la puerta abierta, de manera extraña, pues siempre se encerraba en ella sin dejar siquiera que la luz pasara al lugar.

— Adrien, ¿te encuentras bien? — alzó la vista de sus bocetos debido al sollozo de su pequeño.

— ¡Extraño a mamá! — le gritó para luego salir corriendo con miles de lágrimas en sus ojos, y es que en la mente del menor, si su madre volvía, probablemente su hermana también lo haría.

[°°°]

— Niños, ella es Nathalie, y este es Gorila — comentó el mayor de los Agreste, quien había logrado a su hija de su habitación por un pequeño momento.

— ¿Y bien?

— Ellos trabajarán con nosotros, y si necesitan algún consejo o algo en especial, creo que Nathalie podrá ayudarlos.

— ¡Eso es asombroso! ¿No crees _____? — la de ojos azules supiró pesada, esto le parecía una estúpidez, es decir, ¿en versad su padre creía que una asistente podía hacer el papel de madre?

— Me largo de aquí — subió las escaleras molesta, para luego entrar a su habitación y asotar la puerta con dureza.

Sus esfuerzos habían sido en vano, ni más compañía en casa haría que su pequeña _____ saliera de su alcoba... Dios, ella era quién más había sentido la pérdida, pero, ¿qué podía hacer ahora?

[°°°]

— Mañana volvemos a París — Gabriel comentó frente a la puerta de la habitación de su hija, quien era la viva imagen de su difunta esposa. Esperaba una respuesta de sus labios, pero no fue así.

— ¿De verdad volveremos a casa? — preguntó Adrien con nerviosismo, pues la hacía algo de ilusión volver a casa, a los recuerdos de su madre.

— Sí. Alista todo.

El de lentes caminó apresurado hasta su oficina, en dónde Nathalie le esperaba con una pequela cajita que poseía un grabado peculiar dibujado en rojo.

La de cabellos oscuros prosiguió a entregarla en sus manos, sintiendo una pequeña electricidad en el roce de sus dedos, ya que hace unos meses atrás había comenzado a sentie cosas por su empleador.

— ¿Es este?

— Lo es, señor — ambos observaron el broche de mariposa que estaba delicadamente posado en la cajita.

— Parece un broche común... pero bueno, el de Emilie era igual — lo tomó entre sus dedos, para que una luz apareciera y de este un pequeño ser apareciera.

— Mucho gusto, mi nombre es Nooro y seré tu kwami — sonrió, pero su sonrisa se desvaneció cuando sintió las energías malignas de su portador.

— Es un placer, bichito — puso el broche en su camisa —, tú y yo trabajaremos juntos a partir de ahora, vas a ayudarme a conseguir el deseo de la vida.

— Pero amo...

— ¡Nada de pero! Tú me ayudarás a traer a mi esposa de vuelta, a sacar a mi hija de su habitación, a recuperar la sonrisa de mi hijo... tú me ayudarás a ser feliz a partir de mañana, Nooro

Invierno en tu corazón. - Luka CouffaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora