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— Hermano, ¿en verdad crees que debería ir contigo?

— Claro que sí __________ — el Agreste arregló el cabello de su hermana, peinándola en el banquillo como recordaba que su madre hacía —, a mis amigos les encantará conocerte, además será divertido ir a la pista de hielo.

— No lo sé... ¿Y si mejor vemos una película en casa?

— No seas aguafiestas, por favor — suplicó como un niño pequeño.

— Bien, pero lo haremos después de la escuela, ¿sí?

— ¡Sí! ¡Eres la mejor! — terminó de peinarla para luego poner un broche en su cabello, uno que su madre solía usar siempre, aquél broche de mariposa. — Entonces me iré, nos vemos después — besó la mejilla de la rubia mientras esta sonreía.

— ¡Espera! — gritó y su hermano se detuvo — Una cosa más, tú... tú no le digas a los demás que somos hermanos, ¿sí?

— ¿Eh? — se sintió un poco mal pero entendió que su hermana sentía vivir bajo las sombras de su apellido, incluso bajo las sombras de su madre, así que lo entendió. A él también le abrumaba ser un Agreste — Lo prometo.

— ¿Lo juras por mamá? — tragó grueso.

— Lo juro.

Adrien se regresó a besar la cabeza de su hermana, le dedicó una enorme sonrisa y un fuerte abrazo, para luego ir corriendo afuera, listo para ir a sus clases, esperando que el día terminara para salir con su ________.

Habían pasado dos semanas desde que _________ huyó de casa, desde que Luka y ella compartieron un helado y desde que aquél héroe la llevó a casa. Las cosas eran un poco agridulces, en especial para la Agreste, quien se sentía como pez fuera del agua, ya que jamás había estado fuera de su habitación. Ese siempre había sido su lugar seguro y ahora, a penas y podía entrar en él, a veces por las misiones y otras porque su pequeño hermano no se despegaba de ella.

La de ojos azules notó que particularmente este día la mansión estaba bastante sola, por lo que decidió recorrerla mientras recordaba a su madre en cada rincón del lugar. _______ entró a la oficina de su padre y sin quererlo vio detrás de la gran foto que este tenía de su madre, todo gracias a Ciann, una avecilla demasiado curiosa.

— ¿Un pavo real? — preguntó mientras acercaba sus dedos al extraño broche, uno que jamás en su vida vio a su madre utilizar.

La de ojos azules estaba a punto de tomarlo cuando escuchó un fuerte estruendo afuera. Se asomó por la ventana y estuvo lista para la acción cuando se dio cuenta que era un akuma el causante de tanto alboroto.

El ave azul hizo uso de su ilusión, ayudando a que todos pudieran salvar al jefe de una orquesta, el cual había sido akumatizado por perder su violín.

_________ se sintió identificada con él, de seguro si ella fuera akumatizada, sería por perder su violín o incluso sus aretes que asemejaban alas, ya que ambos eran regalo de su madre, muy importantes en su vida.

El gato, la mariquita y el ave ganaron, pero la catarina algo celosa no la incluyó en su festejo, aquél que era una tradición entre el gato y ella. La de cabellos rubios no se inmutó, pero el felino sí, por lo que extendió su puño con una dulce sonrisita.

— Ganamos, pajarillo.

Ah, le recordaba tanto a su madre. Sus ojos se llenaron de unas pequeñas lágrimas que pasaron desapercibidas cuando sintió que su madre estaba presente en ese héroe con un sentido del humor bastante peculiar.

— Sí, lo hicimos, bigotes — sonrió para luego retirarse al darse cuenta de la hora. Era momento de ir por su hermano a la escuela.

________ se destransformó cerca del instituto. Corrió rápido por las calles, con el sol del atardecer dando sobre su piel, haciéndo que su cabello resaltara, siendo casi como de oro. Vaya que lo sabía bien, Luka la había admirado lo suficiente como para notarlo.

Invierno en tu corazón. - Luka CouffaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora