Capitulo 3

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HyukJae cerró la puerta. Se frotó los ojos llorosos por el dolor de cabeza antes de girarse y ver al castaño sentado en el sofá, con el cojín entre sus brazos, escondiendo la cara. 

Se quitó el abrigo y se acercó al menor, lo cubrió frotando la espalda y los brazos en el proceso. DongHae temblaba y el rubio no sabía si era por el frío o por el llanto. Se mantuvo sentado junto a él, intentando calmarlo con suaves caricias en la espalda. El otro no lo miraba, solo seguía sollozando, empapando el cojín con sus lágrimas, soltando pequeños aullidos de dolor. No sabía que hacía, no tenía ni idea de porque intentaba consolar a ese molesto chico.

DongHae apartó el cojín y lo miró, aún llorando, con un puchero en sus finos labios. Se lanzó a sus brazos y siguió derramándose en su hombro. No correspondió el abrazo, simplemente se quedó estático, sin saber como reaccionar. Tenía a un híbrido, un chico-perro para ser exactos, aferrándose a su jersey, temblando, llorando, incluso tenía hipo, estaba completamente desconsolado.- Hyukkie...

-¿Que?

-Gra...gracias...-Frunció el ceño en confusión.- Otra persona...me...me hubiera...abandonado...

Puso los ojos en blanco. Cierto. Y él era de ese tipo de personas, ese era el problema. En otra ocasión hubiera mandado a la mierda a cualquier crío irritante que se le lanzara encima, pero claro, estaba su ahora-inquietante debilidad por los perros, y las peludas orejas del chico entre sus brazos. ¡Maldición! Él solo quería estar solo de nuevo, que DongHae se marchara e ir al banco a arreglar las cosas por la muerte de uno de sus socios. Solo eso.

-No...no se lo di...digas a nadie...por favor...-Sorbió la nariz. 

HyukJae llevó las manos a la cabeza y le quitó el gorro. Acarició el suave y sedoso cabello, y las pequeñas orejas que se movieron bajo su tacto. Un sollozo se ahogó en su cuello una vez más.- No lo haré. -El castaño se aferró más a su cuerpo.

Estaba siendo contradictorio, muy contradictorio consigo mismo. Quería que se fuera, estar solo, que todo fuera como antes, aburrido y monótono. Pero, a la vez, también estaba preocupado, y quería cuidarlo, protegerlo, ser capaz de callar esos aullidos, que ahora parecían cesar con sus caricias. Aspiró el aroma a vainilla, que hasta ese momento había ignorado que provenía de su acompañante. Mmm...le gustaba ese olor, era dulce, como una tarta, como esa que Nana le hacía cada año por su cumpleaños. Nana, su nana, su niñera durante casi 15 años. Y ahora, con 27, aún recordaba esas bellas arrugas que se le formaban en las esquinas de los ojos al sonreír, y aquellas manos prodigiosas para cocinar, aquella hermosa y anciana mujer que le regaló un pequeño cachorrito, mejor dicho, una. La que alguna vez fue su mejor amiga. 

Y así estaba, recordando, hundiendo su nariz en el cabello castaño, respondiendo el abrazo, sintiéndose protegido cuándo ese chico estaba aun más desconsolado y perdido que él. Al fin, se separó, no dejando que las lágrimas se escaparan de sus ojos ya húmedos. Miró a DongHae, este ya no lloraba, solo sorbía su nariz de vez en cuando y respiraba con dificultad. 

Le había contado todo por el camino. Lo había obligado a salir de la farmacia y seguirlo a casa, aunque no fue obligación, pues en cuanto salieron por la puerta lo soltó, y el menor lo siguió sin pega alguna. ¿Todo? Le contó que le había quitado el gorro, que había visto sus orejas, que se había sentido confundido al verlas, y asustado cuando se despertó. Le contó que SooMan era uno de sus socios, que había muerto quemado en una fábrica abandonada, que el no tenía no idea de la vida de ese hombre hasta que lo buscó por internet. Y DongHae lo había entendido, había reído por ser tan idiota de no darse cuenta de su cabeza desnuda, y, aunque aquello lo sorprendió, el castaño no había vuelto a llorar hasta que llegaron a la puerta de casa donde se liberó hasta su actual situación. 

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