Prólogo

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La música clásica sonaba mientras que el doctor Víctor Fermosel recibía a sus invitados como era debido.
Tras la muerte de su esposa hacía varios meses, él quiso hacerle saber a todos que estaba bien con aquella pequeña fiesta. Aunque su estado de ánimo no era el mismo desde entonces.
Cuando la noche estaba en su más pleno apogeo, la única hija del doctor Fermosel apareció por la fiesta. Cosa que se extrañó al verla. Ya que le había confirmado que no iría por motivos personales. Pero él sabía cuáles eran esos motivos.
Él caminó ante ella.
Antes de llegar ante ella, alguien que le hizo sonreír se interpuso en medio de su camino. Fue el rostro de su buena amiga, quien le hizo decir mientras que via como un hombre se acercaba a su hija:
―Me alegra verte, mi querida Katherine.
―Y yo a ti.
Ellos comenzaron a hablar, mientras que el baile y las luces continuaban sin parar.
Víctor se olvidó de su hija, cuando comenzó a tomar unas copas y a bailar con ella.
Mientras tanto, ella miraba al extraño con una máscara negra. Se le hacía extraño que alguien que desconocía y que no la conocía de nada, se hubiera atrevido a bailar con ella.
Anne tuvo una sensación de paz bailando. Era como si aquel desconocido se la diese y le hiciera volver a los tiempos felices de su pasado.
―Es usted hermosa, señorita ―dijo él.
Pero ella no le respondió. Ya que sabía que, si lo hacía, lo haría a la manera que conocía.
Anne se sentía tan cómoda con él que no quería soltarlo. Era como si se conocieran de toda la vida.
El doctor Fermosel se acercó a ellos sin Katherine y besó a Anne en la frente. Pero a pesar de ello, esta se avergonzaba de que lo hiciera en público.
―Kilian ―dijo Víctor quitándose la máscara―, ya veo que has conocido a mi tesoro. A mi pequeña.
―¡Es su hija, doctor Fermosel!
―Así es. Es la luz de mis ojos.
―¡Papá!
Ella se quitó la máscara que lucía y dejó de ver su hermoso rostro.
Kilian se percató de aquellos ojos marrones y su rostro fino. Se dijo que era como si se conocieran de antes. Pero él no lograba recordar de dónde. Solo tenía recuerdos pasajeros de su vida atrás. Solo recordaba algunas cosas. Por lo que se dijo, que sería imposible que Anne hubiera estado antes en Las Cumbres o la hubiera visto.
Él hizo lo mismo. Se quitó la mascará.
Ambos al tener el rostro sin la mascará, ella se dijo que ese hombre no se parecía en nada a Osman. Por lo que, miró a su padre y le dijo:
―Me voy a esperar a Osman.
―Sabes que ese chico no...
―Estoy cansada de que me niegues verle.
Anne no dijo nada. Pero en segundos con el enfado le dijo de nuevo:
―Ojalá hubieras sido tu quien estuviera en el lugar en el que esta mamá.
Él corazón de Víctor se encogió y Anne se marchó de allí. Pero cuando su padre fue a seguirle, Kilian le hizo un gesto y le dijo:
―Señor Riaza, déjeme hablar con ella.
―Te recomendaría que no lo hicieras.
Kilian le miró y le sacó una sonrisa. Ya que él sabía que no se le podía mandar.
Mientras que él caminaba hacia Anne, Katherine volvió junto a Víctor y le entregó a este, una copa de champaña.
Kilian llegó a donde estaba ella. Que era su lugar favorito desde que era una niña y jugaba con sus amigos.
Cuando sus miradas se volvieron a cruzar, ella le mostró a él su mirada de enfado y después le dijo:
―Si te ha mandado mi padre, puedes irte al infierno con él.
Kilian se puso en breve ante ella y le dijo:
―Nunca subestimes a un extraño que no conoces. Y tú no me conoces muy bien, señorita Fermosel.
―Vete al diablo.
Y Anne se marchó para no verle más la cara.
En cambio, Kilian la miró mientras que desaparecía ante sus ojos y sus últimas palabras le hicieron enfurecer más de la cuenta.
―Voy a conseguir que se te quite todo ese orgullo, niñata.
Kilian se movió para marcharse de la fiesta. Y lo hizo sin decirle nada a Katherine.

Deseos Ocultos (Mi Amuleto #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora