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Miró la hora en su reloj cuando Hyunjin intentó por tercera vez escalar, cayendo irritado al frío césped.

—Seungmin, deja caer una cuerda—el nombrado negó, disfrutando del sufrimiento ajeno—¿Por qué eres así?

—¿Por qué estás aquí?—Hyunjin movió la cabeza, arrodillándose en el césped para volver a intentar subir—Hyunjin.

—¿Qué?

—No seas niñito, además no soporto que no me respondas—a Seungmin le encantaba la atención que le daba Hyunjin, pero ahora simplemente el castaño se rehusaba a dársela.

—Ay, te lo diré arriba

—No, dímelo—Hyunjin soltó un bufido, una gota le caía por la nariz, posiblemente sudor. Seungmin sonrió calmado, sacado una parte del cuerpo por la ventana—¿Por qué no estás en la cita?

—¿Por qué tú no estás en la fiesta?—Los ojos húmedos de Hyunjin le atravesaron el alma, y Seungmin supo que no había una respuesta clara para aquello.

Hyunjin no había ido a la cita, ¿Entonces por qué estaba allí? El pequeño terrón de odio de Seungmin se derritió ante las conclusiones que su mente formulaba en segundos, según su aguda inteligente Hyunjin había cancelado la cita para ir a verlo, para que rescataran la amistad que quedaba.

—Debes irte—eso le hacía arder en rabia, Hyunjin veía en él a un amigo. No estaba mal, para nada, pero se seguía con el sufrimiento pegado a la garganta, no aguantaría la presión.

Seungmin se tenía bastante aprecio, un amor propio que para cualquiera era imposible de adquirir.

—No, debo decirte algo importante, no puedo esperar.

—Sube entonces, por la pared—Seungmin cerró la ventana de un tirón, había demostrado mil y un veces que le gustaba ¡Demonios! Hyunjin era un tonto, un ciego tonto.

Otra piedra golpeó el cristal, junto con la paciencia de Seungmin.

—Bien, bien, bien—se miró al espejo detenidamente, agradecía a su madre de haberlo mandado a arreglarse, porque iba a hacer una locura, la locura que le quitaría las mínimas ganas de seguir existiendo en ese mundo cruel que odiaba con el alma.

Corrió por las escalerase al primer piso, lanzando una mirada tranquilizadora a su madre que miraba desde la ventana de la cocina la escena de su amigo en el jardín.

—¿Podrías dejarnos solos? Por favor

—Por supuesto terroncito, estaré arriba—Seungmin se animó, no perdía nada con hacerlo, al final de cuentas la confianza en sí mismo y la dignidad de sus sentimientos era más importante que cualquier otra cosa. Conocía a Hyunjin, sabía que lo superaría en unas semanas y volverían a hacer amigos, por ello necesitaba terminar con ese ciclo de ilusiones que le hacían mal, le bastaba con un golpe de realidad directo en la cara para poder comenzar a olvidar las bellas sensaciones que implicaban estar enamorado de Hwang Hyunjin.

Dio un salto al jardín, corriendo como un maniático al joven de espaldas que intentaba escalar la muralla. Gritó llamando su atención, tirándose encima y cayendo al césped de un golpe.

—¿Seungmin?

Seungmin le agarró la cabeza de forma bruta, más tarde le pediría perdón.

—¡Oye, qué te pa...!—estampó los labios en los de Hyunjin rápido, congelándose en el acto.

Dos segundos bastaron para que la sangre le volviera a circular, separándose por reflejo del pasmado cuerpo de su mejor amigo. Seungmin se contrajo acalorado al ver los ojitos cerrados con fuerza de Hyunjin, teniendo las manos en alto en señal de respeto, que no lo tocaría en la incómoda acción y posición.

Era lindo hasta cuando le robaba un beso, el primero beso de ambos.

Seungmin se levantó de un salto, corriendo a la puerta de la casa para esconderse por lo que quedaba del año, o por lo menos del día. Escuchó de fondo una exclamación de Hyunjin, incluso cuando subía tropezando las escaleras los golpes en la puerta retumbaban por toda la casa. Se encerró en la habitación asustado, tocándose los labios con un deseo que hasta ahora nunca había conocido, se había sentido bien, tan bien que se moría por repetirlo, y que esa vez durara más tiempo, que tuviera sabor y emoción, que sea recíproco.

—¡Seungmin!—no tenía cara para verlo, le comía la vergüenza.

—Terroncito, si el muchacho sigue así los vecinos llamarán a la policía.

—Se cansará en un rato, tranquila—el problema es que Hyunjin no se cansó de gritar ni de escalar la pared por veinte minutos—Mami, sal y dile que no estoy, por favor.

—Aprende a afrontar lo que provocas—su madre, su querida madre le empujaba por el pasillo a la puerta de entrada, Seungmin pediría de rodillas de ser necesario.

—¡Mami!

—Alternativa A: Sales a decirle a Hyunjin que lo quieres y a callarlo por el amor de dios—Seungmin hizo una mueca al oír el golpe de un cuerpo chocar el suelo, posiblemente el de Hyunjin al césped—O B: le digo que entre y hablan tranquilos arriba.

—Alternativa C, gracias.

—Bien, B, le diré que entre—Seungmin abrió los ojos con pánico, volando de camino al segundo piso para impedir que Hyunjin lo viera tan rojo y amoroso.

Debía ser fuerte, y odioso.

Oyó pegado al borde de las escaleras como su madre le decía a Hyunjin que entrara, que su hijo lo estaría esperando arriba. Seungmin comenzó a dar saltos a su cuarto, no tenía planeado un discurso de arrepentimiento, perdón o lo que sea que Hyunjin de le dijiese en rechazo, todavía tenía la vibrante sensación de los carnosos labios de su amigo en los propios, le desconcentraba.

Se aferró al escritorio, leyendo a una velocidad sorprente mensajes motivacionales que su madre le dejaba para animarlo, para ayudarle a superar la rabia de un mundo que había sido cruel e inhumano, uno que arruinó su infancia y que de apoco le mostraba el poder que tenía el seguir creciendo en él. Seungmin le echó un vistazo al pequeño espejo al lado de su computadora, topándose con la mirada de Hyunjin en la punta de la puerta.

—Tu madre me dejó entrar—Seungmin se giró torpe, tirando en el camino la lapicera—Déjame ayudarte.

—¡No!—le detuvo riendo nervioso, pateando los lápices detrás, luego los recogería—No.

Seungmin no necesitaba esos tiernos mensajes, necesitaba que el chico de en frente le abrazara y le dijera que todo estaba bien, que le hiciera reír, que le diera su cariño. Seungmin quería que Hyunjin le diera eso que los mensajes en papel no podían transmitir, quería que le hiciera ver la vida como algo bonito y lleno de colores, como esos que tenía guardados en el estuche de arte que usaba para pintar.

—Hyunjin, perdóname—el castaño ladeó la cabeza sin entender—lo de abajo no fue un error ni nada de eso, yo...lo hice porque quise.

Bajó parte del cuerpo en disculpa, apretó los puños enojado de sí mismo, Hyunjin no le debía nada de aquello, Hyunjin estaba ahí porque le apreciaba como amigo, él no tenía el deber de ponerle color a su vida.

—No pensé mucho, estaba desesperado por explicar el porqué de mi comportamiento, y eso es debido a que m-

—Me gustas.

𝐡𝐚𝐭𝐞𝐫𝐬/ʰʸᵘⁿᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora