Quería ser escuchado, era todo lo que pedía, ver que su voz saliera y lo comprendieran, que le dijeran un «todo estará bien», que no lo juzgarán por un momento, que lo ayudarán o que por lo menos solo lo escucharán, pero él era mudo.
Hacía señas con las manos para que lo entendieran, señales de humo para qué lo encontrarán y dibujaba para que lo vieran, pero todos eran ciegos.
Y gritaba, gritaba con todas sus fuerzas, cantaba y hasta conversaba de una forma tan fluida que impresionaba, pero todos eran sordos y nadie lo entendía.
Solo un fantasma es lo que era, estaba, pero nadie lo notaba, todos solo seguían adelante sin siquiera mirar a los lados, estaba atrapado, atrapado en una caja de cristal, pues aun siendo tan fácil de verlo, nadie lo miraba, una cárcel permanente con la puerta abierta, pero el igual nunca escapaba.