MINGYU ⚠️

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The Dungeon.
Apertura de la temporada.
Brooklyn, Nueva York.

Parpadeé... Parpadeé de nuevo. Jodidamente no funcionó. No retiró las imágenes de mi mente.

Estirando la mano, arañé el nudo de la corbata de seda que me habían obligado a llevar y lo aflojé. No podía respirar una mierda.

Cada músculo de mi cuerpo estaba tenso mientras estaba sentado en este sofocante palco privado, mirando hacia abajo la jaula del calabozo, la ventana amplia me daba la puta vista perfecta de los dos luchadores rasgándose mutuamente en pedazos.

El ruido de la multitud era ensordecedor; gritando y clamando por la sangre derramada, mientras el primer combate de la temporada comenzaba.
No importaba lo duro que tratara de mirar hacia otro lado, mis ojos estaban fijos firmemente sobre los dos hombres en la jaula. Mi corazón se aceleró, mis manos se cerraron en puños y mi mandíbula dolió mientras apretaba los dientes demasiado duro.
Con cada golpe que daban los combatientes, mis piernas temblaban.

Con cada chorro de sangre en el piso de cemento, cada cuerpo estrellado contra el alambre que
rodeaba la jaula, un dolor de envidia rodaba por mi estómago.

Quería entrar, quería rasgar a esos cabrones en pedazos. Quería sentir el frío acero de mis manoplas otra vez en mis dedos, sentir mis hojas de púas atravesar lentamente la carne de mi oponente y quería ver como la vida escapaba de sus ojos.

Quería traer la muerte;
Quería arrancar otra maldita alma.

El monstruo en mi interior quería salir y estaba perdiendo la batalla para mantenerlo a raya.

Seis meses... seis meses de estar lejos de esa jaula, sin embargo, cada instinto me decía que volviera.

Que ahí era donde pertenecía, que merecía seguir peleando.
Mis pesadillas eran cada vez peores... más recuerdos de mis asesinatos cada vez más claros... la culpa y la dura batalla cuesta arriba para tratar de adaptarme a este mundo olvidado de Dios.

Un mundo en el que se hacía cada vez más difícil estar.

¡Mierda! ¡No podía respirar mierda!

Me senté hacia delante, pasando las manos por mi cabello; luchando contra mis pensamientos, contra los impulsos en mi cabeza. Quería abrazar a los demonios dentro, pero al mismo tiempo, quería dejar rápidamente este maldito agujero de ring de lucha y no sentir la muerte obstruyendo el aire.

Quería huir de la jaula.

Fue en una jaula donde había sacrificado a más de seiscientos hombres.

Fue en una jaula donde había matado a mi único
amigo.

Hice una mueca mientras el rostro de 362 cruzaba por mi mente: su sonrisa mientras
me encontraba en el gulag como un niño, enseñándome cómo sobrevivir, su rostro
mientras tomaba su vida, robándole la oportunidad de vengarse de los que le habían condenado a la vida de un maldito monstruo.

No vi nada excepto rojo mientras subía a horcajadas sobre su cintura y ensartaba un puño en su cuello. Sintiendo nada más que rabia mientras mi segundo puño ensartaba su sien.
No sentí nada excepto la determinación de una sola mente al matar a Durov mientras levantaba los puños y, señalando hacia abajo, los sumergí en el pecho de 362, el jadeo de su último aliento agrediendo mis oídos, desgarrando mi ira.

Lo había matado.
Vi sus ojos oscuros congelarse con la frialdad de la muerte.
Había visto como el color de la pelea desaparecía de su rostro y escuché ese último latido de su corazón hasta que no quedó nada más que el grito ensordecedor del silencio.

¿TÚ ERES PARA MÍ ? - VERKWANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora