221

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Crees que funcionará esta vez? -preguntó el amo al hombre que estaba usando una bata blanca.

Comencé a temblar cuando oí su voz. Era un hombre cruel. Me castigaría si alguna vez las recordaba, me castigaría si no hacía lo que ordenaba.

—Ya arreglé el equilibrio químico, por lo que debería funcionar. Ya veremos.

—El perro tardó semanas en recuperarse de la última aplicación.

Me puse tieso. El amo estaba enojado y mis manos comenzaron a temblar aún más. Miré al techo. Estaba atado, no me podía mover. El hombre con la bata blanca se acercó. Me quedé helado. Se me contrajo el pecho y no pude respirar.

Me lastimaba.

Siempre me lastimaba.

Abrí los ojos aún más cuando vi lo que tenía en sus manos. Una aguja. Una aguja larga. Traté de levantar las manos para detenerlo y que no entrara en mi brazo. Las correas me sujetaron. Pataleé y me sacudí, tratando de escapar. El hombre de la bata blanca dio un paso atrás.

—¡221, basta!

La voz del amo resonó en mis oídos. Dejé de moverme.

“No me lastimen, ya no más” rogué en mi mente.

Alguien se rió mientras trataba de respirar.

—Lo tienes bien entrenado.

El amo se rió.

Reconocí su risa. Se reía cuando me lastimaba. Se reía cuando derramaba sangre, cuando me golpeaba, cuando yo lloraba.

—Es un perro débil a quien rompí. Lo despojé de su nombre y de su familia de mierda. Ahora es mío. Ahora solo obedece la voz de su amo.

La risa creció, pero la orden del amo hizo que mi cuerpo se quedara quieto en la cama.

El hombre de la bata blanca se acercó y se detuvo. Estaba mirando al amo.

—Si le quito las correas, ¿se quedará quieto cuando lo inyecte?

—Hará todo lo que le ordene. -El amo se detuvo. — Observa.

El hombre de la bata blanca me aflojó las correas.

Quería moverme, hasta que el amo me ordenó:

—221, quédate quieto. No te muevas o serás castigado.

Ante su mandato, mis hombros quedaron pegados a la cama. Ni siquiera podía mover los dedos. 

—Increíble, Levan -lo felicitó el hombre de la bata blanca.

—Lo que va a ser verdaderamente increíble es que esta inyección funcione. Limpiará cualquier recuerdo que pueda tener de quién fue e incrementará su ira, ¿no?

—Sí... sin errores -contestó el hombre confiado.

Podía ver la bata blanca por el rabillo del ojo. No quería ver cómo me inyectaba, así que cerré los ojos. Un dolor agudo se disparó por mi brazo. El hombre de la bata empujó cada vez más la aguja. Quería escaparme, pero el amo me había ordenado que no me moviera.

Una sensación de calor llenó de repente mi brazo, rápidamente se disparó a través de mi cuerpo. Apreté los dientes ya que el líquido se volvió fuego en mis venas. Dolía, dolía tanto.

Mi cuerpo se estremeció. Algo estaba apuñalando mi estómago. No podía soportarlo. Me hacía enfadar; tanto que necesitaba gritar el dolor, tenía que sacarlo.

¿TÚ ERES PARA MÍ ? - VERKWANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora