VERNON

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—Vamos —dijo Mingyu cuando llegamos ante una casa.

Me quedé mirando la casa grande y respiré profundamente. Era la casa de Tolstoi. Miré a Mingyu.

—No seré bienvenido.

Mingyu suspiró y abrió la puerta de la furgoneta. Lo seguí por la calle oscura. Me quedé allí de pie, mirando la casa con mi corazón en un puño. Seungkwan estaba en esa casa. Mi Seungkwan estaba en esa casa.

Y lo necesitaba. Quería volver a verlo tanto que mis músculos dolían tan sólo al pensarlo.

Mingyu puso una mano en mi hombro. Me había puesto una sudadera y pantalones. Pero mi piel estaba cubierta de la sangre de Jakhua. Mi cabello no estaba bien.

A Seungkwan le gustaba mi cabello limpio.

—Está dentro —dijo Mingyu, y subió algunos escalones. Cuando volvió la mirada, inhalando profundamente, subí detrás de él.

Mingyu abrió la puerta y se dirigió hacia una sala. Podía oír las voces y, con cada paso, mi corazón latía más y más rápido.

Yo era un Kostava en la casa de un Tolstoi.

Me odiaban.

Mi padre había matado al dedushka de Seungkwan.

Tenían razones para odiarme. No debería estar aquí.

Mingyu entró en la habitación primero. Oí voces aliviadas corriendo para saludarlo. Permanecí tras la pared.

No tenía ningún familiar.

No sabía cómo era estar en familia.

No sabía cómo actuar con las personas.

La sala entonces se silenció. Mingyu regresó al vestíbulo.

—Ven —dijo, y regresó a la sala.

Inhalando a través de mi nariz, di un paso adelante y giré la esquina. Me detuve en la entrada. Cada rostro miró hacia donde yo estaba. Mi mirada cayó sobre dos hombres que se hallaban de pie en la parte posterior de la sala, uno de ellos tenía un fuerte parecido a Mingyu.

Ivan Tolstoi, pensé.

El esposo de Mingyu estaba allí, envuelto en sus brazos. Una mujer mayor también se encontraba allí, mirándome con curiosidad.

Mi pulso reverberó mientras todos me observaban en silencio.

Entonces, escuché un jadeo detrás de mí. Mis músculos se tensaron cuando unas ligeras pisadas se acercaron. Brevemente cerré mis ojos y respiré profundamente. Exhalé y me di la vuelta. Primero vi el cabello dorado, luego un par de ojos marrones.

Seungkwan.

Un grito de alivio salió de su boca mientras entraba en la sala y avanzaba hacia mí. Su mano temblorosa cubrió sus labios mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas.

Me miraba como si no fuera real. Después, en un suspiro, corrió hacia adelante y saltó en mis brazos.

—Vernon —gritó, y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello.

Sosteniéndolo en mis brazos, envolvió sus piernas alrededor de mi cintura y lo apreté contra mi pecho.

—Seungkwan —susurré, y metí mi nariz en su cuello.

Lo abracé fuertemente.

No quería dejarlo ir nunca.

Era mío.

¿TÚ ERES PARA MÍ ? - VERKWANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora