SEUNGKWAN

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—Nadie lo podía dominar. Vino a nosotros como un perro rabioso. Sabía... —Los puños de Mingyu se apretaron y luego se aflojaron—. Sabía que era la única persona que lo podía parar, sin tener que dispararle. —Su rostro cayó como perdido en sus pensamientos—. Yo... sé cómo se siente. Solo yo sé cómo luchar contra su nivel de fuerza y habilidad. —Fijó la mirada en su esposo—. Algo dentro de mí reaccionó instintivamente a su rabia. Sea cual sea el demonio que está dentro de él, también vive en mí.

Devastación me atravesó. Mingyu había luchado más de lo que me había dado cuenta.

—Será mejor ahora, Iyubov moya —lo tranquilizó Wonwoo
—. Lo tienes. Tienes al hermano de Hansol de nuevo desde Jakhua.

La expresión de tristeza en el rostro cansado de Mingyu me cortó en lo más hondo. Su aferramiento a Wonwoo apuñaló mi corazón. Era su gravedad, la única cosa que lo mantenía conectado a tierra, cuerdo.

—Él... él... —balbuceó Mingyu con voz ronca a través de su estrecha garganta—. Se parece a él. Era como ver un fantasma cuando corrió fuera sobre los muelles. —Los ojos de Mingyu perdieron el foco.
— Su tamaño, su cabello, las armas con las que luchaba, sus características, todas son idénticas. Excepto...

—¿Excepto qué? —preguntó Wonwoo mientras se apartaba para mirar el cambiado rostro de su marido.

Mingyu alzó los dedos a sus ojos. —Tiene ojos verdes. 362, Hansol, tenía los ojos marrones.

El rostro de Mingyu parecía contraído por algo. ¿Un recuerdo, tal vez?

—Nunca…nunca he visto a un hombre tan ido. Estaba lleno con más rabia que cualquier luchador con el que me haya enfrentado. Nunca dejó de venir hacia nosotros, matando a cualquiera en su camino.

Los ojos de mi hermano se llenaron de lágrimas.

Mingyu tragó saliva y apretó su frente a la de Wonwoo—. No sé si puede ser salvado No sé cómo salvarlo. La droga que está en...

Wonwoo envolvió sus brazos alrededor de Mingyu de nuevo, pero mi atención se desvió de vuelta al sótano. No sé si puede ser salvado... Las palabras de Mingyu corrieron por mi mente. ¿Conocía al hermano de este hombre? Quería hacer una de las tantas preguntas que iban apareciendo en mi cerebro, pero ahora no era el momento. Mingyu parecía destruido. Ruidos, que sonaban como cadenas pesadas traqueteando, llegaban hasta arriba.

Moviéndome en silencio más cerca de la puerta del sótano abierta, mi curiosidad se impuso y me encontré en la cima de la empinada escalera de madera desconocida que conducían abajo. En silencio, bajé de puntillas por las escaleras, mi corazón acelerándose ante lo que podría ver.

Cuando la pared dio paso al abierto sótano, me quedé quieta, asimilando, la idea de mi padre, de un sótano, un “espacio privado”. Suelos de goma cubriendo cada centímetro del espacio, las paredes, el piso, en todas partes. Y eslabones de cadenas estaban atornilladas en las parees, una sola silla de plástico era el rasgo central de la estéril habitación. Y el hedor a lejía era tan abrumador que me estremecí mientras inhalaba cada bocanada de aire estancado.

No había ventanas, por lo que no había luz natural, solo una bombilla solitaria colgando del techo. La habitación era un cuadrado negro.

Las náuseas se construyeron en mi estómago cuando comprendí para que se utilizaba esta habitación, los enemigos del Bratva. Para interrogar, torturar. Tenía sentido. Nadie vivía cerca. No se podrían escuchar los gritos. El servicio de teléfono móvil era inexistente, los terrenos eran completamente seguros. Nadie jamás sospecharía que esta blanca, perfecta, colonial mansión de madera tenía una sala de torturas oculta. Mi aliento quedó atrapado en mi garganta mientras asimilaba lo que tenía ante mis ojos. Entonces los Byki se apartaron de lo que sea que estuvieran haciendo en la pared del fondo.

¿TÚ ERES PARA MÍ ? - VERKWANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora