-En serio pienso que tu hermana es rara -le dijo ella muy cerca de su oído y el chico dio un salto de la impresión.
Andie apenas vio a Tabatha cogió la caja de sus cereales favoritos y salió corriendo en dirección a otro pasillo. No solo Calum le temía, si no que toda su familia.
-Creo que tienes una conspiración contra mi -mecionó el chico serio.
-De verdad intento ser agradable contigo -se encogió de hombros ojeando cada caja de cereal.
-No lo parecía la ultima ve -su voz tenia un tono rasposo y eso la hizo sonreír.
-Fue una simple broma, no seas grave -murmuro desinteresada.
-No para mi.
El chico trató de entrar a su casa por aproximadamente media hora, pero al no ver ninguna solución decidió sentarse sobre el césped y esperar a que su madre llegara lo mas pronto posible. Tabatha se estaba devorando prácticamente todo el refrigerador, a través del ventanal podía notar lo desastrosa que estaba hecha su cocina.
La joven al escuchar alguien introduciendo las llaves en la puerta, lo miró con los ojos como platos y no dudó en salir corriendo por el jardín.
Desenlace: Su madre al ver su cocina en ese estado lo regañó y tuvo que ser su sirviente por todo un día. Y vaya que su madre era exigente, a cada momento le pedía un té o que le hiciera masajes en los pies.
-¿Qué puedo hacer para que no te enfades? -preguntó y Calum enarcó una de sus cejas. -Me expresé mal, no es como si me importara que estuvieras enfadado conmigo, para nada. Pero me siento un poco culpable porque me enteré de lo que pasó y la verdad es que no me imagino a tu madre enoja... -el chico cortó su inspiración.
-No entiendo por qué te pones nerviosa -afirmó
-No lo estoy -replicó con el ceño fruncido.
-Al menos podrías admitirlo, ¿no? -pidió
-Cállate.
-Esta bien, ya sé lo que quiero que hagas por mi -dijo mostrando su hilera de dientes.
-Tres cajas de nesquik y mi leche favorita.
Tabatha tenía las manos en sus caderas y lo miraba fijamente, él no estaba bromeando pero tampoco creía que ella aceptaría gastar dinero por nada.
-Puedo hacerlo, pero sólo si me ayudas en algo -propuso. -Cuidar a esta adorable niña por esta tarde.
Una pequeña de sus cinco o seis años detrásde ella, su elo estaba tomado en una coleta desordenada y su camiseta se encontraba manchada debido a las gotas que caían del helado que engullía.
Calum le reconoció al instante, era la misma niña que hace unas semanas se marchó con las cajas de froot loops que Tabatha le ordenó.
-¿Bromeas? es un demonio -farfulló y la niña lo fulminó con la mirada.
-No lo es, ademaás, puedo decirle que te golpee y lo hará -habló ella. -Créeme, tiene fuerza -señaló su antebrazo en donde había un moretón.
-¿Tengo otra opción? -Tabatha neó con la cabeza y le hizo una seña para que lo siguiera.
Calum aprovechó de tomar rápidamente las cajas de nesquik y la botella de leche, para luego dirigirse a la caja registradora.
-Sabía que no te olvidarías -maculló ella pasando la tarjeta de crédito por la máquina.
En silencio emprendieron camino a la que suponía ser casa de Tabatha, la pequeña estaba concentrada en beber las gotas de helado que escurrían por la palma de su mano.
-¿Como te llamas? -le pregutó al chico.
-Calum, ¿y tú? -respondió.
-Amelie -dijo.
-Que lindo nombre -la pequeña sonrió ante el cumplido.
-¿Puedo preguntarte algo? -repitió.
-Claro.
-¿Me compras un helado? -Calum la observó divertido.
-Si te comportas esta tarde te compraré todos los helados que quieras -la niña le sonrió con suficiencia.
-Tabs, ¿me compras un helado? -se dirigió hacia ella.
-Calum te comprará uno -replicó.
-Pero quiero muchos -se excusó Amelie.
-Veremos.
-¿Puedo dcirte algo? -el chico asintió.
-Me gusta tu cabello.
-Y a mi el tuyo -contestó soltando una pequeña carcajada a medida que Tabatha rodba los ojos.
-Descubrí que la niña no es el demonio, lo eres tú -seburló.
-Amelie, ¿quieres que tío Calum te cargue? -la pequeña asintió contenta y el chico no tuvo mas remedio que ponerla entre sus brazos.
-¿Puedo hacer otra pregunta? -djo Amelie con voz dulce.
-No te compraré otro helado -aclaró la chica.
-¿Son novios? -preguntó mostrando uno de sus dientes con chocolate.
Ambos se miraron con los ojos como platos, y suspiraron pesadamente. Una tarde con Amelie y sus constantes preguntas iba a ser más que complicado.