6. Sofía

967 85 233
                                    

Canción: Another day in paradaise - Phil Collins

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Canción: Another day in paradaise - Phil Collins


Lunes 20 de Marzo, 2017


Estaba molida por la práctica del día anterior. Cada parte de mi cuerpo se quejaba, pero la satisfacción de completar una nueva coreografía con los muchachos del grupo de baile compensaba cualquier tipo de malestar que sentía al limpiar la casa. Another day in Paradise caía preciso con mi estado, mientras lavaba los platos del desayuno y capeaba el calor de marzo con un ventilador con más años que mi hermano. Uno que se mantuvo serio y apático, negándose a decirme una palabra más allá del saludo habitual de la mañana, cuando lo desperté.

No necesitaba ser muy lista para entender que Louis tendría que estar muy molesto, puesto que aún faltaba más de una hora para que sus clases comenzaran y porque había desayunado y huido en el tiempo que me tomó bañarme. Exhalé con desgano, colocando los platos en el escurridor, y me dejé caer en la mesa de la sala.

Intentaba abandonar el sentimiento de culpa que me atormentaba desde el sábado, cuando, a pesar de sus tiernos trece años, Louis mostró más madurez que yo al contarme la historia acerca de su pelea en el colegio. Sin embargo, no conseguí deshacerme de esa molestia porque saber que no estaba capacitada para llenar el vacío que mi madre había dejado no me hacía sentir mejor.

Renuncié a mis cavilaciones. Apagué la música, verifiqué que el almuerzo de Louis quedara bien tapado y me preparé para salir.

Esperaba que el día fuera lo bastante agitado para compensar mis pensamientos y decidí que empezaría por caminar, aunque mis piernas temblaran por el esfuerzo. Por fortuna, funcionó, y, cuando pisé el restaurante, volví a ser la habitual Sofi y menos la versión lastimera que había sido todo el fin de semana.

El sonido de la vieja bisagra en la puerta, aún entrecerrada por ser temprano, delató mi entrada y, antes de que pudiera procesarlo, la sonrisa de siempre estaba en mi rostro para recibir los «buenos días, cariño» habituales de mi jefa, asomándose al costado de la caja registradora.

—¿Estuvo bien el sábado? —cuestionó.

—Sí, gracias por preguntar. Lamento no haber llegado en la tarde, tuve unos chicharrones en la casa —me excusé, a lo que la mujer sacudió su mano restándole importancia—. Pero ya estoy lista pa' trabajar.

Apué, ni que te hubieras perdi'o un mes —descartó, como solía, y yo reí al pasar junto al mostrador.

Saludé a dos de mis compañeras de trabajo: Natalia, una mujer bajita y de mi edad que se encontraba limpiando las mesas, y Carla, una morena de mediana edad que se dedicaba a los domicilios y a ubicar los dulces frescos de la señora Claudia, nuestra proveedora, en la vitrina, de modo que todo estuviera listo para los primeros clientes, quienes solían venir por un desayuno tradicional, un café o alguna merienda antes de dirigirse a sus trabajos. Luego de eso, y exceptuando a la señora Elizabeth, quien pasaba largas horas sentada en su mesa habitual, el lugar permanecería con poco movimiento hasta el almuerzo, donde todo sería un caos.

Lejos del cielo [EN CURSO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora