Vino tinto

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POV Poché

Pasé un par de horas con Daniela y su sobrino, al cual solo pudimos ver por el momento a través de un pedazo de vidrio típico de las películas donde solo puedes ver a un bebé acostado junto a más bebés en una sala.

Daniela no volvió a tocar el tema de Samantha ni mucho menos volvió a decir algo sobre mi confesión hacia ella donde le decía que la amaba.

Una confesión que había salido desde el dolor más grande de mi corazón por las palabras y la forma en la que me había terminado Samantha por teléfono.

Tomé el primer vuelo a Ciudad de México mientras iba pensando en lo que iba a decirle a Samantha y en las decisiones que tomaría esta mañana. Había volado por más de seis horas, por lo que eran las ocho de la mañana aquí en la ciudad.

Llegué hasta casa de sus padres quienes me permitieron la entrada, avisándome que Samantha no había llegado la noche anterior, pero que no tardaba en llegar.

Aquello me dio muy mala espina, pero lo que me aliviaba un poco era saber que estaba con Adriano su hermano.

Me quedé hablando con su familia un rato hasta que escuché la llegada de los hermanos, Samantha al pasar por el pasillo que daba a la sala se tambaleó mientras se acercaba a la escalera de la casa, Adriano la sujetó y yo rápidamente me levanté a intentar agarrarla de igual forma.

─Amor, ¿Por qué vienes así? ¿Estás bien?─empecé a decirle con preocupación, sus padres se acercaron a nosotras mientras que Adriano también la sostenía mirándome con odio.

─¿Quién eres tu?─preguntó ella mirándome con el maquillaje corrido, cabello despeinado y ese aliento a alcohol penetrante.─Ahhh, vete, déjame tranquila─reaccionó empujándome, fruncí el ceño.

─¿Qué pasó Adriano?─pregunté a su hermano, el chico rodó los ojos, tomó a Samantha cargándola como una bebé entre sus brazos y con la fuerza de todo su cuerpo comenzó a subirla hasta su habitación diciéndole a sus padres que solo necesitaba dormir.

Los seguí hasta la cama de mi novia, ahí Adriano le preguntó si quería hablar conmigo o si me echaba de la casa, Samantha aceptó hablar conmigo, por lo que salió dejándonos finalmente solas. Lo primero que hice fue ayudarla a desmaquillarse, lavarse los dientes, quitarse la ropa, llevarla a la ducha a darse un baño y volver a cambiarla con pijama.

Nunca antes la había visto así, con ese nivel de alcohol en su cuerpo.

Ya más repuesta, la acosté en la cama y ella de inmediato me pidió que me acostara con ella, así lo hice, colocó su cabeza en mi pecho y con ayuda de mis dedos acariciando su cabello se quedó profundamente dormida. No pudimos hablar nada por el momento, ella no quería hablar hasta que se sintiera bien y respetaba aquella decisión. Me quedé dormida junto con ella y pasando las tres horas durmiendo, desperté junto con ella sintiendo mi cuerpo esta vez aferrado a ella.

─¿Qué haces aquí Poché?─preguntó sobando su cabeza con voz ronca. Frotó sus ojos al igual que yo, miró su ropa tirada en el suelo, su pijama puesto y rascó su nuca confundida.─¿Cómo fue que llegué aquí? ¿Dónde está mi hermano?─preguntó aun intentando abrir más sus ojos.

─Vine a arreglar las cosas, no puedes terminar así conmigo y menos por teléfono.─exclamé incorporándome en el respaldo de la cama. Bostecé y ella se incorporó igual sobando sus cienes.─Adriano está en su habitación, él te ayudó a subir y todo eso.─contesté a sus últimas preguntas. Sam asintió con la cabeza.─¿Dónde estabas y por qué llegaste así de ebria Sam?─pregunté con miedo a que le hubiera pasado algo.

─Fui...Salimos de fiesta mi hermano y yo.─respondió encogiéndose de hombros. Yo sabía que el motivo de su estado de ebriedad tenía nombre y apellido y ese era:

POR SIEMPRE TUYA (CACHÉ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora