Capítulo Díez

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-Pobre Imra. -Kara se estaba regodeando-. Siempre saca tijeras.

-Siento lo de tu zapato -dijo Ava. Estaban hablando por el móvil. Ava y Sara estaban en la camioneta. Las Monarcas de los vampiros las seguían en un Mustang GT descapotable azul brillante. Resultaba extraño que una mujer como esa, tan tranquila y controlada tuviera un coche tan vistoso, pero no era asunto de Ava-. Creo que no debería haber tirado el izquierdo en la licuadora.

-Tiene carácter -estuvo de acuerdo Kara-, y sabe pegar donde más me duele. Está bien. Le robaré la tarjeta de crédito e iré a una tienda de piel. Preocúpate por tus zapatos. En serio. -Ava oyó la risa de la reina, luego el chasquido de desconexión.

-Bueno, creo que nos seguirán hasta allí y... ya sabes. -Ava hizo una pausa, luego suspiró-. ¿No me hablas?

-Ese era el plan. Supongo que con todo el sermón que me echaste no te diste cuenta. Estábamos hablando con las demás vampiros y olvidé que no me hablaba contigo.

-Es el asunto de la de oveja, ¿verdad?

-Sí, es el asunto de la oveja -dijo Sara, sonando molesta-. ¿Demonios, qué más podría ser?

-Lo prometo, no me referiré a ti así otra vez, y no permitiré que nadie...

-No es eso, Ava. "Oveja" es simplemente una palabra. Eres tú. Estoy seguro que eres más vieja que yo... no sé cuánto exactamente. Y no me importa. Pero a ti si. ¿No es verdad?

-No es que me... importe, exactamente -dijo ella lentamente-. Es solo que estoy acostumbrada a que las cosas que se hagan de una cierta manera.

-Sí, pues bien, te amo.

-¿Qué?

-Creía que sería mejor ponerlo sobre la mesa -explicó Sara, como si no acabara de decir algo chocante, como si lo que había dicho no lo cambiara todo-. Ya sabes, el estar enamorada de ti. El caso es que siempre te he amado. Y siempre te he deseado. Y sabía que eras un vampiro y sabía que eras bastante vieja.

-No tan vieja -dijo ella, su vanidad pinchada-. No para un vampiro. No tengo ni siquiera cien todavía.

-Sí, bueno, yo simplemente digo, que no me preocupa nada de eso, me preocupas tú. Pero esto no funcionará a menos que a ti tampoco te importe.

-Sara, dejas caer esta bomba sobre mí...

-Sip -dijo ella alegremente.

-.. todo en las últimas cuarenta y ocho horas... ¿te das cuenta que antes del martes, nunca habíamos pasado tiempo juntas que no fuera relacionado con tus mascota? Tienes que admitirlo, todo esto va muy rápido.

-Sip. Tengo que admitirlo.

-Bueno, tienes que darme más tiempo. -Cruzó los brazos sobre el pecho, sintiéndose estúpida y feliz, molesta y asustada. No podía negar que Sara era hermosa, inteligente y atractiva, además desde hace algunos años había esto eso que no sabía explicar, pero realmente nunca consideró la posibilidad de nada más.

-¿Cuánto tiempo?

-Más de dos días -exclamó ella-. No debería ser un problema, ya que has estado esperando toda tu vida para estar conmigo, ¿verdad? Así que ¿me puedes dar otras cuarenta y ocho horas?

Mordiendo a Simple VistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora