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Freyja
-Avisame cuando esto haya terminado -me dijo Thalía, apretando los párpados. Y es que yo no estaba muy alejada de su miedo.
-Yo voy igual que tú, miciela -mi voz temblorosa logró que Percy sonriera un poco.
Nojoda, vamos apretando ese culo. Yo estoy cagada.
La estatua nos sujetaba con fuerza; no podíamos caer, pero aún así, ambas nos aferrabamos a sus brazos de bronce como si la vida se nos fuera en ello.
A mí normalmente no me daban miedo las alturas, pero volar sostenida únicamente por una estatua gigante no era muy placentero que digamos.
-Todo va bien -Percy, te agradezco que trates de tranquilizarnos, pero desiste, gracias la gerencia.
-¿Volamos muy alto? -volvió a preguntar.
Miré hacia abajo. A nuestros pies desfilaba a toda velocidad una cadena de montañas nevadas. Percy estiró su pierna y le dió una patada a la nieve de un pico.
A la verga, saquenme de aquí.
-No -dijo Percy-. No tan alto.
-¡Estamos en las Sierras! -gritó Zöe. Ella y Grover volaban en los brazos de la otra estatua-. Yo he cazado por aquí. A esta velocidad, llegaremos a San Francisco en unas horas.
-¡Ah, qué ciudad! -suspiró nuestro ángel-. Oye, Chuck, ¿por qué no vamos a ver a esos tipos del Monumento a la Mecánica, ese grupo escultorico de bronce que hay en el centro de la ciudad? ¡Ésos si que saben divertirse!
